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sociedad - VIERNES, 21 DE DICIEMBRE DE 2012


un cayuco. cedida.

REPORTAJE / SERVICIO MARÍTIMO DE LA GUARDIA CIVIL
 

Senegal y Mauritania, zonas de prevención de la Guardia Civil

Miembros del Servicio Marítimo de la 2007 Comandancia participan en las comisiones organizadas por la Agencia Frontex con el objetivo de cooperar y controlar la inmigración ilegal en las costas africanas
 

CEUTA
Paula Zumeta

ceuta
@elpueblodeceuta.com

La Guardia Civil, a través de la Unión Europea y Frontex, trabaja para luchar contra la inmigración ilegal en países como Senegal o Mauritania. A través de convenios con las Fuerzas de Seguridad de estos países, la Agencia Europea para la Gestión de la Cooperación Operativa en las Fronteras Exteriores (Frontex), es la que se encarga de coordinar estas comisiones. En Ceuta, han sido ya varios los guardias que han viajado a estos países en los que los intentos de salida por mar para llegar a costas españolas están a la orden del día. Buen ejemplo de ello son el teniente José Antonio Burgos y el sargento primero antonio Martínez, que han contado sus experiencias en el día a día. El primero, en Senegal, y el segundo, en Mauritania y también en Senegal. Ambos, “amigos”, pertenecen al Servicio Marítimo de la Guardia Civil de Ceuta, y están satisfechos con la labor que se lleva a cabo en estos países. Esta unidad en la ciudad está formada por un total de 46 guardias, de los cuales 37 están “operativos”.

El objetivo es “prevenir” y evitar en la medida de lo posible la salida de inmigrantes en cayucos. La Guardia Civil es la que se encarga de poner los medios marítimos en las comisiones, pero también el Frontex cuenta con “medios aéreos”. Países como “Luxemburgo o Italia” participan en estas comisiones. La Benemérita aporta además en Mauritania un helicóptero, al igual que lo hace el Cuerpo Nacional de Policía en Senegal. El Instituto Armado cuenta con cámaras térmicas para mostrar a los diferentes países cómo se utilizan. En la actualidad hay un guardia civil de la 2007 Comandancia de Ceuta que se encuentra cerca de la frontera de Mali. Los equipos de las diferentes comisiones cuentan también con barcos oceánicos que viajan desde Canarias y hacen “visitas” a los dos países. De la ciudad suelen viajar uno o dos guardias, que se unen a los contingentes de entre quince y veinte compañeros que pertenecen a otros Servicios Marítimos, como puede ser de Canarias, Santander, etc. “De Ceuta podemos movernos menos porque aquí también existe el problema de la inmigración”.

Colaboración

La colaboración con las Fuerzas de Seguridad de estos países es “buena”, comenta el teniente. “Se interesan mucho por el trabajo que realizamos y aprenden bastante”. Incluso algunas de las embarcaciones que se quedan algo obsoletas y que ya no utiliza la Guardia Civil, el Gobierno de España las dona para que los Cuerpos de estos países realicen su “propia vigilancia”. “Evidentemente, las embarcaciones se arreglan y se les dejan en condiciones”, resalta el teniente. Los guardias se encargan, además de la vigilancia, de mostrar cómo se mantiene una embarcación, qué es lo que hay que hacer para que estén operativas y el “gobierno de las mismas, es decir, atracarlas, desatracarlas y abordar”.

En este último punto, el teniente resalta que es complicado abordar a un cayuco porque los inmigrantes “no ponen de su parte; es algo complicado porque son situaciones en el mar, con mucha gente... Pero se solventan con la pericia y la práctica de todos los componentes que realizan el rescate”, continúa. La Guardia Civil dispone de una flota de “embarcaciones de altura”, con 30 metros de eslora, que se utilizan como patrulleras. De las existentes, hay cuatro “comisionadas”, dos en Senegal y dos en Mauritania. En estos dos países están destinadas cuatro patrulleras de la Guardia Civil, pero en países como Gambia existen “otros sistemas de cooperación para formar a los policías”. También están destinados oficiales de enlace en casi toda la costa africana. Pero el despliegue policial “propiamente dicho” se encuentra en estos dos primeros países. Las bases se encuentran en Dakar y Nouadhibou.

En cuanto a si hay diferencia en materia de colaboración entre estos dos países, el sargento primero, que ha estado destinado en ambos lugares explica que es “muchísima”. “La diferencia es que, cuando vas a Senegal, viajas a un lugar en el que hay mucha inmigración, pero te acogen bien y en el tiempo libre, entre comillas, se puede hacer una vida pseudonormal”. Sin embargo, Mauritania “adolece de esa segunda parte”, cómo pasar el tiempo libre. A esto hay que añadir que “hay problemas con el islamismo”.

De 1.300 inmigrantes a ninguno

A pesar de ello, tanto el teniente como el sargento primero destacan que no tienen problemas en el trabajo, sino que se producen más incidentes en Mauritaria a la hora de “convivir” y apostillan: “Cuando la Guardia Civil se repliegue de allí, el último lugar será Mauritania, sin la menor duda porque es el último punto de control de África hacia Canarias; más arriba ya no se puede ‘coger’ a los inmigrantes”.

Cuando se iniciaron estas comisiones, se interceptaban “muchos” inmigrantes. El sargento primero resalta que, en seis meses que estuvo en 2007, “se cogieron 1350”. Sin embargo, en los cuatro meses de verano de este año, “no se ha cogido ninguno”. Es decir, este tipo de inmigración por mar “se ha paralizado en los últimos años”. En estos momentos la “mayor parte de la inmigración viene del centro de África y llega hasta las costas de Marruecos”. Pero no está previsto que dejen las costas de estos países, sino que consideran que es mejor “mantener a la Guardia Civil allí para continuar esas buenas relaciones”. “La parte por mar está controlada y ahora deciden trasladarse por tierra”.

A pesar de pasar muy buenos momentos con sus compañeros de Seguridad de estos países africanos, tanto teniente como sargento primero destacan que uno de los aspectos más peligrosos de su día a día es “navegar por la noche porque las señales de navegación no se cumplen”, lamenta. “De día ya es difícil, pero de noche es peligroso”. El sargento primero añade: “Una vez un grupo de inmigrantes en Malí intentaron prender fuego a nuestra embarcación neumática; íbamos a abordarlos y nos arrojaron un plato metálico donde hacen la comida y lo tiraron lleno de gasolina; fue imposible abordarlos y llegaron a Canarias; después, los devolvieron directamente en avión”, comenta. Pero el sargento primero quiere resaltar que es un “caso puntual”. “No son personas agresivas, pero es de entender que a estas personas no les siente bien llevar un año o dos ahorrando para poder embarcar y en dos horas les hayan cogido...”

En relación a si existen demasiadas mafias en estos países para lucrarse de esta inmigración, el teniente comenta que “todo lo que produzca dinero, siempre hay alguien que intenta aprovecharse de ello”.

Carácter humanitario

El carácter humanitario de la Guardia Civil también se hace notar en estas comisiones. “Cuando llegas de un país civilizado y en la puerta del piso en el que estás viviendo te encuentras con una familia a las puertas de la casa, piensas en ayudar a todo el mundo”. “El valor de la vida no es el mismo”, comenta el sargento primero, a lo que el teniente añade: “Claro que tienen miedo a subirse en un cayuco, pero muchas veces creo que no saben ni las circunstancias en las que se embarcan”.

Una balsa con inmigrantes suele tardar entre “cinco o seis días en llegar a Canarias”. “Viajan en condiciones muy penosas y de hacinamiento, entre 85 y 120 viajan en cayucos grandes de casi 28 metros de eslora”, explica el sargento primero. La mayoría de las personas que embarcan son varones y a los menores de 13 y 14 años ya no los consideran como tal. En cuanto a los bebés que llegan a las costas españolas, el teniente explica los pequeños nacen en el propio “traslado de inmigrar”. “Son unas personas que cuando las conoces te dan lástima”, se lamenta. Pero “cuando se convive con ellos y se les ayuda... Son personas que s onríen constantemente”. El sargento primero recuerda con cariño que cuando viajaba al principio, los pequeños esperaban a recibir “las bolsas de caramelos que llegaban de Ceuta”. Y no sólo eso, sino que también les compran comida y les ayudan en todo lo que pueden. Una labor de cooperación en la erradicación de la inmigración ilegal, pero también un trabajo humanitario con creces.
 

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