PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura
Melilla

Opinión
Archivo
  

 

 

OPINIÓN - SÁBADO, 5 DE ENERO DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Réquiem por el Muralla
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

La primera vez que yo supe del Hotel La Muralla, de la importancia que tenía en esta ciudad, fue por medio de Guillermo Valero: vendedor de vinos de las Bodegas Terry, y un personaje enamorado hasta las cachas de Ceuta.

Guillermo Valero, cuando ambos participábamos en tertulia distendida en los bares de la Ribera del Marisco, en El Puerto de Santa María, allá cuando los años sesenta estaban dando las boqueadas, siempre nos insistía en que visitásemos Ceuta y nos hospedásemos en ‘el Muralla’…

En el año 71, me vi precisado a recurrir a los buenos servicios de mi amigo Guillermo a fin de que el Portuense, dirigido por mí, pudiera alojarse en ‘el Muralla’. Pero fue imposible lograrlo, a pesar de sus buenos oficios. Ya que el hotel estaba a tente bonete: lleno a más no poder. Aun así, acompañado por mi amigo, tuve la oportunidad de conocer a varios empleados y fue, además, quien me presentó a Eduardo Hernández Lobillo: alma de aquel rincón sobresaliente de la barra de una cafetería donde hablar era posible sin tener que levantar la voz.

Fue en el verano del 82, un 18 de julio, cuando yo llegué a Ceuta y me instalé en el Hotel La Muralla. Que contaba con jóvenes empleados atiborrados de profesionalidad y que derrochaban ilusiones hosteleras por todos los poros de su cuerpo. El hotel era centro de reuniones y cita obligada para cuantos visitantes quisieran relacionarse en la ciudad.

Con todos aquellos jóvenes empleados del hotel, convertido luego en Parador, nunca dejé yo de acrecentar mi amistad. Los vi crecer en edad, en conocimientos, y muchas fueron las veces, durante más de treinta años, que compartimos pareceres o me hicieron disfrutar de sus alegrías: casamientos, bautizos, e hijos que iban progresando en cualquier faceta. También, cómo no, ocasión hubo para solidarizarnos con los contratiempos que vivimos cada cual.

Podría escribir nombres de empleados del Hotel Parador La Muralla con los que sigo manteniendo, tras más de treinta años, casi nada, las amistosas relaciones que se forjaron bien pronto. El trato que me han dispensado ha sido siempre motivo de estímulo para mí. Nunca una palabra más alta que otra. Nunca un desaire. Jamás un reproche. Muestra de amistad que los jóvenes que se iban incorporando a la tarea hacían suya con celeridad.

No quiero dar nombres de cuantos amigos tengo en el Parador Hotel La Muralla. Y no lo hago porque la emoción me pueda, que también, sino porque no deseo olvidarme de ninguno. Sería error que no me perdonaría. Lo que sí haré, cuando las peores predicciones parecen que se han cumplido, es decir, que quienes dirigen Paradores están decididos a cerrar el restaurante de un establecimiento emblemático de la ciudad, es gritar con todas mis fuerzas maldiciones contra quienes están dispuestos a cometer tal desatino. Lo siento. Pero la noticia me ha hecho acordarme de las autoridades incompetentes.

Que son las que en vez de luchar denodadamente por el Parador Hotel La Muralla, por el bien de esta tierra, han decidido meter la cabeza debajo del ala. Aunque sean conscientes de que pasarán a la historia con semejante baldón. Mancha de incuestionable dimensión y que hará mella, sobre todo, en el máximo responsable de esta ciudad. Marinera, sÍ; pero con un capitán que se ha desentendido de un naufragio que les costará padecer lo indecible a quienes se verán privados de navegar en la tarea de su vida…
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto