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OPINIÓN - JUEVES, 24 DE ENERO DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Gilipollas peligrosos
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

No ha mucho tiempo, Antonio Gala, que suele decir verdades como puños, con ese desparpajo que le caracteriza, opinó de esta manera: “Da la impresión de que este país está gobernado por una colección de tontos que se han reunido para jugar a algo, a las cartas o al dominó, y no saben las reglas. Y luego está el pobre de Rajoy, que a mí siempre me dio risa, pero ahora me da pena porque no sabe qué hace. La verdad es que estamos penando por una pandilla de gilipollas”.

Gilipollas peligrosos -cabe decir, en estos momentos, cuando estamos viviendo una crisis generalizada-, que, debido al odio que han ido generando, pueden propiciar un estallido social de dimensiones imprevisibles. Pues no hay que ser muy listo para percatarse de lo que se viene cociendo de forma soterrada.

La soterrada y dolorosa ansiedad cotidiana de millones de ciudadanos que están al borde de la desesperación. La cual es siempre mejor actitud que la desesperanza; por ser ésta un dejarse llevar por los acontecimientos, sin el menor atisbo de acabar con los padecimientos.

Los padecimientos son muchos. El primero es el paro. Terrible drama. Y del que nunca nos cansaremos de hablar. Y mucho más pensando que mañana, hoy ya para ustedes, puede que el número de los parados haya aumentado. Pésima noticia. Cuando los escándalos de corrupción están en su punto culminante y las gentes comienzan a creer a pie juntillas que los políticos honrados son los menos. Y, al paso que vamos, hasta los menos perderán el poco crédito que les queda.

Frente al pánico de los parados, tantas veces reflejado en este espacio, por haberlo vivido quien escribe en propia carne, se halla la constante realidad de la corrupción. Cada vez más extendida y contra la que se sigue poniendo remedios de poca monta. Y que sirven, además, para comprender que hombres como Luis Bárcenas, por poner el último ejemplo de escándalo del trinconeo selecto, pueden darle un regate a la Justicia por bien del interés de cuantos militan en el Patio de Monipodio del siglo XXI.

No hace falta nada más que ver cómo a los partidos, me refiero a todos, aunque, lógicamente, ahora quien está en el candelero del arte del mangar sea el PP, lo primero que se les ocurre es meterles el miedo en el cuerpo a los medios amenazándoles con el poder que ellos tienen. Sobre todo cuando son Gobierno, ya sea central o autonómico, dado que gozan de armas suficientes como para amedrentar a quienes están obligados a denunciar las muchas tropelías que se vienen cometiendo.

Dice un político de baja estofa, por su forma de referirse a cómo actúan los medios ante la corrupción, que los gobernantes cuentan con poder suficiente para bajarles los humos a cuantos periodistas vayan más allá en sus averiguaciones que las justas. Y, tras jactarse de lo que él piensa, mira a su alrededor a ver si recibe el aplauso de la claque que le acompaña.

Entretanto, recibo yo una nota de alguien que me pregunta por la causa que hace posible que nuestro alcalde no se haya interesado todavía por el comportamiento de uno de sus más leales servidores. Y me dice que no acaba de entender a qué espera para hacer las averiguaciones que el caso está pidiendo a gritos. Porque la gente pregunta y sigue preguntando acerca de quién es el Rey Mago, tan dadivoso en todos los sentidos, del que yo he escrito en varias ocasiones y de su experiencia para manejar contratos y facturas…
 

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