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OPINIÓN - VIERNES, 25 DE ENERO DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

El santo laico
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Marchando una de asuntos futbolísticos. Me pide un aficionado que tiene a bien recordarme que llevo ya muchos días sin decir ni pío de cuanto viene aconteciendo en el Madrid. Y, como lleva razón, aprovecho el que las aguas bajan turbias en el club merengue para hacerlo (aunque sea a costa de no escribir acerca de cómo los dirigentes de la empresa ACC-Lirola están afanándose en poder presentarse el 1 de febrero con todo el material necesario para comenzar su tarea de limpieza viaria en la ciudad. Tiempo habrá de hacerlo).

Florentino Pérez es hombre poderoso. Quien evita meterse en líos. Huye de ellos. Y no hay que ser muy listo para saber los motivos. Su poder como presidente del grupo ACS y las obligaciones que derivan de ese cargo, amén de su forma de ser, le exigen tener que estar siempre comportándose con sumo tacto y prudencia excesiva.

El presidente del Madrid, desde su primera etapa, ha venido recibiendo informes de todos los entrenadores sobre los defectos de Iker Casillas. Del Bosque, Capello, Juande Ramos, Pellegrini, etcétera, expusieron sus escasas posibilidades en el juego por alto y su deficiente manejo del balón con los pies.

Los defectos de Casillas se hicieron crónicos hace ya la tira de tiempo a la par que los periodistas lo santificaban –es el más importante santo laico que hay actualmente- por detener dos o tres penaltis tan mal tirados como decisivos. Y algunas paradas de facilidad de movimiento. A un santo laico, prefiero semejante definición a mito, se le tiene que perdonar todo. Faltaría más. La santidad está exenta de fallos y, por tanto, nada más que admite bendiciones para darle gracias al santificado por todo cuanto hace por nosotros. En este caso, por los madridistas y, más importante aún, por los españoles que todavía viven extasiados por los títulos obtenidos por la selección española.

La santidad del muchacho de Móstoles ha conseguido que sea intocable en todos los sentidos. Y pobre de quien ose decir que es el portero más malo jamás visto cuando le toca intervenir en los balones por alto. Y Florentino Pérez ha tenido que envainársela también en ese aspecto.

El presidente del Madrid, como todo presidente, tiene sus debilidades: las suyas son Sergio Ramos. Un cateto en el sentido más estricto de la palabra. No puede disimular su origen. Magnífico jugador que, en cuanto se pone exquisito, pierde la mitad de su rendimiento y perjudica ostensiblemente a su equipo.

Ramos y Casillas, que llevan ya su tiempo en el Madrid y en la selección, han formado un dúo para gobernar el vestuario. Porque saben que cuentan con el beneplácito de la prensa y están asesorados por un traidor a la causa madridista: Valdano. Los tres forman un trío dispuesto a que Mourinho se aburra, despotrique, pierda los papeles, y termine marchándose, cuanto antes, por mor de una persecución insoportable y canallesca. Florentino Pérez lo está sufriendo en su carne.

En Mestalla, el miércoles pasado, Casillas estaba ofreciendo una actuación deplorable en los balones por alto. Salía a por ellos con los ojos cerrados. Encogido. Con muchísimo miedo. Y tuvo la mala suerte de que Arbeloa, ante semejante confusión, le propinara una patada. Se habló de la lesión, pero no de cómo estaba dando el cante. El Madrid necesita un portero cuanto antes. Capaz de pasarse a la prensa madrileña por la entrepierna. Y, sobre todo, a Relaño. Director del As. Cuya devoción por el santo es sospechosa.
 

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