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OPINIÓN - DOMINGO, 27 DE ENERO DE 2013

 

OPINIÓN / EL ESQUINAZO

Los mandamientos
 


Jesús Carretero
opinion
@elpueblodeceuta.com
 

Uno recuerda, cuando era un pequeñajo y comenzaba a darse cuenta de que estaba en la vida, con lo que eso significaba, que de los diez mandamientos que había, en la etapa preconciliar, y que parece que siguen existiendo todos ellos en los años que han seguido – ya muchos- al Concilio Vaticano II, de esos diez en el que más se insistía que había que respetar, que no había que ir contra él, era en el sexto.

Ahora, cuando han pasado los años para todos, ni desde los púlpitos, ni desde otro tipo de tribunas, se hace alusión al sexto mandamiento, porque nuestra moral, es posible que con buen criterio, ha cambiado rotundamente y lo que hace cincuenta o sesenta años era la fruta prohibida, ahora ya entrados, bien entrados, en el siglo XXI, es algo que va y debe ir con la propia naturaleza humana, especialmente si está en edad de “producir”.

Llegados a este punto nos surge la pregunta que no podemos esquivar ¿Nos hemos quedado sin mandamientos?. Más bien no, ahora, por el mero hecho de que son los que más son ultrajados, nos estamos fijando y mucho en dos, el quinto y el séptimo, muy especialmente en éste, porque, particularmente, la casta dominante, o lo que es lo mismo la casta política es contra el que más va, cosa que hoy no lo discute nadie y mucho menos el pueblo llano.

Del sexto mandamiento nos hemos olvidado hacer prohibiciones, del cuarto no queremos saber nada, y mucho menos porque incluso las leyes de la progresía aplauden que se pueda denunciar a tu propio padre, por el simple hecho de que éste haya dado un “soplamocos” al nene desvergonzado que no hace los ejercicios para el colegio o tiene por norma reírse de los abuelos.

Si echamos un vistazo a los tres primeros de los mandamientos, ni el primero, ni el segundo, ni el tercero parecen tener cabida en el ambiente social que nos desenvolvemos, con lo que, para no eliminar todo, tendremos que saltar al octavo, totalmente cambiado, por aquello de que decir la verdad, hoy, no ayuda a casi nada, especialmente cuando se trata de encontrar algún camino tortuoso para sacar beneficios personales o sociales, naturalmente también políticos.

Poco nos va quedando, pues el noveno ni se toca, porque ya me dirán en qué barrio, en qué profesión o en qué situación no se jacta el “don Juan de turno”, si ha hecho cuatro requiebros a la vecina del octavo, por ejemplo. Eso, seguir a rajatabla este noveno mandamiento, iría contra la hombría de más de un macarra frente a la sociedad. Vamos terminando, porque tampoco exige guardar o proteger el mandamiento en cuestión.

Y para terminar, ¡¡Cómo no!!, otra vez eso que no te pertenece y que se pone por delante, ante lo cual o un tonto o un desfasado de esta época volvería la espalda, los demás no.

Al final, y como conclusión, mira por donde, esos diez mandamientos, también aquí, se vienen a cerrar en dos o a lo sumo en dos y medio, séptimo y décimo casi unificados, por eso lo del medio, de una parte y el quinto de otra parte, al que especialmente ciertas mafias que buscan algo más que lo simplemente económico, y que no toleran el hecho de que algunas personas deban permanecer en la vida, es rechazado y se lo saltan sin piedad.

Y ya es cambiar, con los tiempos modernos, el que ni siquiera los ordenamientos del propio Dios se dejen en su sitio. Aquí todo cambia sin que haya una primera cabeza capaz de romper esas tablas, como hace muchos siglos uno de los que más cerca estuvo de la propia divinidad fue capaz de romper, tras descender del monte donde había estado “dialogando” con el mismo Dios.

La historia nos ha hecho cambiar, la moral es otra, pero los contenidos de esa moral, aunque cambiándolos de sitio siguen vigentes, eso que no lo olvide nadie, y no soy de confesión diaria.
 

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