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OPINIÓN - LUNES, 25 DE FEBRERO DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Panorama político
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

En la calle se sigue teniendo un mal concepto de los políticos, se sigue odiando a los banqueros, y la gente vive pendiente de cuanto pueda ocurrir con Bárcenas y Urdangarín para volver a creer en la Justicia. De la que dice desconfiar, por su falta de independencia.

Semejante panorama ha propiciado que la ira flote en el ambiente. La ira es muy peligrosa. Máxime si ha estado sofocada durante tanto tiempo que está cargada con dinamita y se encuentra almacenada y dispuesta a salir en cualquier momento en forma de explosiones que nos deberían dar miedo.

Dicen los interesados en que la gente no se manifieste, que éstas y las huelgas están ya caducas. Pero, además de no ser verdad, hay que reconocer que ambas son un sistema de protesta que tiene el valor del desahogo y resulta saludable porque actúa como válvula para que se afloje la tensión social que padecemos. Que es cada vez mayor.

Huelgas y manifestaciones son, también, la antesala de que el pueblo decida embarcarse en la consecución de un cambio, y entonces no habrá fuerza que lo pare. Porque los ciudadanos tienen asumido que si hay corrupción es porque tienen la razonable seguridad que ni ha sido ni será perseguida entre los poderosos.

Llevan razón quienes dicen que la ceremonia del voto es la única forma de limpiar la basura política. Pero hay tanta en los partidos hegemónicos; es decir, PP y PSOE, que ya me contarán ustedes cómo las urnas pueden solucionar el problema. Ya que los partidos minoritarios no creo que, actualmente, ofrezcan la menor confianza.

Tenemos un ejemplo meridiano en Ceuta. La gente está hasta los mismísimos de los gobernantes actuales. No hay más que prestar atención a las conversaciones que se suscitan en sobremesas y corrillos. Existe el convencimiento de que todo gobernante se quema cuando permanece la tira de tiempo en el cargo.

Verdad es que doce años presidiendo un Gobierno es una eternidad. Y, claro, sucede que lo habitual se convierte en rutina: “Costumbre inveterada, hábito adquirido de hacer las cosas por mera práctica y si razonarlas”.

Y sucede lo que sucede: que uno se encuentra con un organismo que no ha cesado de contratar a parientes carnales y a parientes políticos; militantes del partido que reclaman el pago de lealtades. Clientela que sobredimensiona una Administración ineficaz y mal organizada y que contribuye, en los malos tiempos que corren, a que se desate el rencor popular contra la función pública.

Pero tampoco es menos cierto que la gente, a pesar de que tiene la certeza de que el gobierno local ha olvidado que el mandato proviene del pueblo, con lo que ello significa, se pregunta: ¿A quién votamos cuando llegue el momento? ¿Qué posibilidades tenemos de acertar cambiando de siglas? Y llega a la conclusión de que más vale lo malo conocido… Y a partir de ahí no hay nada que hacer.

Puesto que el mero hecho de mencionar el nombre de Caballas produce dentera entre innumerables ciudadanos. Y te miran como si hubieras cometido herejía. Hasta el punto de que uno, que no es dado a la cerrazón, haya hecho en algunas ocasiones defensa de Juan Luis Aróstegui. Aunque les parezca mentira.

Y qué decir del Partido Socialista Obrero –de Ceuta- que ustedes no sepan… Y lo que saben es que los socialistas no están en estos momentos nada más que para sopita y buen caldo. Así que nos toca tragar. Tragar con un gobierno que viene haciendo de su capa un sayo.
 

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