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OPINIÓN - DOMINGO, 10 DE MARZO DE 2013

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

El laberinto

Por Jauma


Nos situamos ante posiciones antagónicas, nos paramos a contemplar la diversidad de criterios y opciones que aparecen ante nosotros en forma de laberinticos pasadizos que, en muchos casos, no llevan ningún lado. Desde las llamadas posiciones progresistas, la cuestión estriba en mantener a raya al capitalismo rampante, es el enemigo a batir por antonomasia, el culpable de todos nuestros desasosiegos, del progresivo desmantelamiento del estado del bienestar.

Visto así la sociedad global en la que estamos inmersos cuenta con dos bandos, el de los pobres y el de los ricos, es un tanto simplista, pero llega con facilidad a las conciencias de los más desfavorecidos. Ahora bien, resulta algo complicado situarse en uno u otro bando, puesto que aunque seamos pobres, vivimos en un país rico, por tanto aunque nos situemos subjetivamente como desheredados de la fortuna, en términos globales, pertenecemos al grupo de los países ricos, al menos visto en conjunto.

En ese caso ¿por donde habría que empezar? A la hora de evaluar el sufrimiento social en su conjunto, nos vemos en la obligación de aceptar una especie de ranking en el que países como Haití, Somalia, Afganistán, etc. están muy por delante nuestro en cuanto a necesidades, en cuanto a índices de pobreza.

¿Cómo lo enfocamos? Puesto que, en líneas generales, nuestras necesidades son menos acuciantes que las de las personas de eso países, tendríamos que plantearnos el problema de la desigualdad social, de la marginación, del subdesarrollo en otros términos.

Aquí es donde chocamos con nuestros propios intereses, el mundo visto como conjunto parece no afectarnos en demasía, sufrimos en los telediarios, pero prestamos más atención al futbol, o al cierre de un centro de salud, que a la situación extrema que se vive en Siria, o en Palestina. Para esos caso el antídoto suele ser posicionarse con los que sufren, punto y final.

No pasamos de ahí, al menos la mayoría, esa que mueve montañas, nos afecta lo que vivimos de cerca, lo demás apenas si nos roza la piel.

La solución, atacar a las multinacionales, pero seguimos consumiendo sus medicamentos cuando estamos enfermos, medicamentos subvencionados por un Estado del que en muchos casos abominamos, no nos desprendemos del móvil de última generación, aunque sepamos que para su fabricación sea necesario el sufrimiento de muchas personas en esos países pobres, utilizamos sin medida el Facebook, hemos de comunicarnos, no nos queda otra.

¿Qué mensaje estamos mandando? ¿a dónde nos lleva esta maraña de ideas hipócritas?

A convivir con una serie de incongruencias que no se sostienen, vivimos en un país del primer mundo pero compramos un pañuelo de los que usaba Arafat para identificarnos con los palestinos o con los saharauis, aunque luego usemos y abusemos de todas las comodidades que nos envuelven y protegen, puro cinismo.

Lo pudimos ver en la gala de los Goya, no se trata de los actores de izquierdas viviendo en residencias de lujo y clamando contra las desigualdades, no, se trata de que nosotros somos iguales que ellos, se trata de que no reflejan más que la realidad en la que vivimos y no queremos ver.

Resulta curioso el mensaje que envía el partido comunista de Andalucía al mundo con la motivo de la muerte de Chaves, es hiriente que gente que vive adosada al poder en una comunidad del primer mundo, tenga la desfachatez de hablar de socialismo, de ejemplo a seguir, cuando su mundo no se parece en nada, a la realidad de los marginados en Venezuela.

Su apoyo al líder bolivariano es ridículo, se trata de un país en el que la capacidad de gestión se basa en la fuerza del petróleo, un producto que para muchos representa a las grandes fuerzas capitalistas, y que puesto en manos de este tipo de personajes solo ha servido para arrasar con las clases medias y para destruir el tejido industrial de un país otrora emergente, con grandes recursos y capacidades que han sido desmanteladas una a una bajo la bandera de la revolución bolivariana, del populismo, y eso es lo que se aplaude con denuedo desde las filas comunistas.

Si ese es su ejemplo de futuro, más vale que cambien de sueño porque es una pesadilla, y si no que se lo cuenten a los cubanos.

La fuerza de las ideas radica en su capacidad para hacer cambiar las cosas, pero en sentido positivo, de crecimiento, no para volver sobre modelos fallidos que cuatro nostálgicos con altavoz tratan de mostrarnos como idílicos.

El futuro hemos de construirlo entre todos, pero tratando de comprender que nuestro país es solo un pedacito del globo, como decía Carl Sagan, hay otros mundos, pero están en este.
 

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