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					Estrenar vestido el domingo de ramos, los colores verde, 
					morado y negro, los cirios y el incienso, las tardes de 
					procesiones viendo los pasos con los hermanos, el sabor a 
					torrijas y a potaje de vigilia, la ‘madrugá’ del jueves 
					santo con la abuela, el olor a azahar en las vísperas de la 
					primavera, los palios, el ansia entre bambalinas, los 
					monaguillos y las mantillas, las saetas, las marchas, los 
					costaleros, el silencio y la fe. Este fue el recorrido 
					onírico que la pregonera, echando atrás la vista y 
					rebuscando en su memoria, realizó ayer en el acto que sirvió 
					de pistoletazo de salida de la Semana Santa.  
					 
					El Auditorio del Revellín, lleno de fieles, se engalanó para 
					recibir este tradicional acto, como un día antes lo hiciera 
					para la celebración del concierto de marchas procesionales. 
					Este año, Encarnación Mercado Pérez, hermana mayor de la 
					Cofradía del Valle, fue la encargada de dar el pregón, 
					testigo que recibió de Javier Pérez López, hermano mayor de 
					la Hermandad de la Penas, con el que se fundió en un sentido 
					abrazo.  
					 
					Pero Encarni, como todos la refirieron, no sólo habló de 
					recuerdos, sino que se situó en el presente y analizó la 
					situación actual de los cofrades y de la iglesia, así como 
					de la sociedad en la que vivimos. Por ello, quiso iniciar su 
					pregón defendiendo y reivindicando el papel de las mujeres 
					en la iglesia, resaltando su condición de mujer, de la que 
					destacó sentirse “orgullosa” por no ser sólo “esposa o 
					madre”, sino también tener las condiciones necesarias para 
					ostentar cargos dentro de la iglesia y “ser cofrades”. 
					“Porque sabemos lo que queremos y a dónde queremos ir”, 
					apostilló. No en vano, y tal como presumió el pregonero del 
					año pasado al presentarla, fue la primera mujer en dirigir 
					una cofradía, además de la fundadora de una hermandad en los 
					años en los que residió en Cataluña.  
					 
					Pero el papel de la mujer no fue en lo único en lo que puso 
					su mirada la cofrade. También ensalzó el rol de los jóvenes: 
					“Son el futuro de todo, también el de la iglesia y debemos 
					cuidarlos y animarlos”, pidió, recordando y lamentando que, 
					“por qué no decirlo, la crisis no es sólo económica, sino 
					también de espiritualidad”. Por ello destacó que pese a las 
					palabras, lo que en la Iglesia verdaderamente importa son 
					los actos, “las obras” que animó a realizar, porque 
					-parafraseando al nuevo papa, Francisco I, al que también 
					hizo referencia-, “el camino se hace andando”. “Una fé sin 
					obras es como un cuerpo sin alma”, apuntó. “Debemos 
					agarrarnos a los cimientos en los momentos difíciles”, 
					aconsejó la pregonera. 
					 
					Encarni abrió la puerta a la Semana Santa y recordó que es 
					“cultura y tradición”, pero también “fé” y, sobre todo, 
					“pasión”. También hizo referencia a la cultura ceutí y citó 
					al siempre tan citado Luis López Anglada y a esa Ceuta 
					“pequeña y dulce”.  
					 
					El pregón fue interrumpido por la caída de una mujer. 
					Tuvieron que encenderse las luces del teatro y paralizar 
					momentáneamente el acto. Por otro lado, la lectura estuvo 
					ambientada no sólo por la guitarra, poniendo sonido a los 
					recuerdos de su madre, de Javier Planes, sino también por la 
					Asociación Cultural Banda de Música Ciudad de Ceuta, que 
					tocó en varias ocasiones antes de dar inicio a la lectura y 
					que ofreció como apertura la interpretación de la marcha 
					‘Amargura’. Sobre el escenario, escuchándolo en primera 
					fila, el presidente de la Ciudad, Juan Vivas; un 
					representante de la Delegación del Gobierno; el general 
					Julio Herrero Isla como comandante general accidental; el 
					vicario de Ceuta, y el presidente del Consejo de 
					Hermandades, Juan Carlos Aznar. 
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