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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 20 DE MARZO DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Hay ladrones por doquier
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Hubo un tiempo, cuando España no era democrática, en el cual parecía que los españoles vivíamos en un lugar donde reinaba la paz, tranquilidad y orden; y es que el régimen se encargaba más que bien en demostrarnos que, en este país, todo era de color de rosa. Salvo cuando a El Caso se le permitía relatarnos un crimen horrendo para distraer la atención de los españoles en momentos claves.

Cierto es que las autoridades de la dictadura contaban con los medios suficientes para impedir que los medio de difusión de masas hablaran de la violencia institucional y de la calle; la represión política, los atracos, las violaciones, la marginación social, etcétera. Pero hete aquí que, llegada la democracia, la prensa comenzó a ponernos al tanto de cuanto acontecía en todas las ciudades y pueblos de España. Como debe ser. Y los españoles principiamos a darnos cuenta de que vivíamos en un sitio donde, al menor descuido, podían desvalijarte tu casa, tu negocio, o secuestrarte y pedir un rescate.

Los españoles, hasta entonces, habíamos estado muy atentos a no descuidarnos en las colas de los cines, de los teatros, de las taquillas de las plazas de toros y en todos los sitios donde se produjeran aglomeraciones. Ya que peligraba nuestra cartera. Incluso, en ciudades pequeñas, conocíamos a los carteristas. Que a su vez eran chivatos de la Policía. Y, por tal motivo, se sentían cómodos en su quehacer. Eso sí, el problema radicaba cuando los ladrones, llegados de Madrid, Barcelona u otras ciudades, invadían las ferias y fiestas provincianas.

En la España democrática de finales de los setenta cundió el miedo. Porque no había día en el cual no supiéramos por medio de la prensa que había ladrones por doquier. Ladrones violentos. Que usaban de la fuerza bruta para arrancarte del cuello una cadena o pegarte una paliza nocturna en cualquier esquina de una calle. Y qué decir de los asaltos a joyerías y demás establecimientos apetitosos. Para hacerse con un botín como el que han conseguido los ladrones en el comercio “Telemar”.

Aún recuerdo un titular de aquel tiempo: “España tiene miedo”. Y la gente empezó a recelar de la noche y hasta recuerdo que sitios hubo en los que se organizaban patrullas de vecinos dispuestos a disuadir a los amantes de quedarse con lo ajeno. Una actitud que evidenciaba la poca confianza que la gente tenía ya en los defensores de la ley. Y que indujo a enfrentamientos y debates que fueron muy seguidos en una época donde el paro aumentaba cada día y los salarios eran tan bajos cual insuficientes.

Una revista de entonces, se expresaba así: “El paro obrero aumenta cada día y los salarios bajos son insuficientes. Sabemos por la moral que el buen ciudadano muere de hambre y ve morir de hambre a su hijo favorito antes de robar. Pero sin ánimo de justificar la proliferación de esta clase de delitos, podemos comprender cuál es la razón de su aumento, y nunca atribuirlo a la lenidad de la policía, a descuido del poder judicial y, mucho menos a blandura de la democracia”. Se nota que nuestro buenismo era patente.

Pues bien, han pasado ya muchos años desde entonces; es decir, desde que una democracia incipiente padeció una oleada de robos, crímenes y delitos variados, que sí fueron contados por todos los medios. Algo a lo que no estábamos acostumbrados. La situación actual sigue siendo parecida. Y parecida, si no más, es también la pobreza, el paro, y los salarios bajos. Y qué decir de la corrupción.
 

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