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                     Llevo varios días pisando la calle 
					muy de mañana. Cuando apenas la gente se deja ver. Luego, 
					tras casi una hora y media de darle al cuerpo alegría de 
					andariego, me refugio en mi casa y me pongo a pensar qué hay 
					que hacer para acabar con los políticos que están arruinando 
					nuestras vidas. 
					 
					Y, tras concederme un tiempo prudencial, lo primero que se 
					me viene a la mente es que hay que salir a la rúe y 
					protestar ruidosamente contra el poder establecido. El poder 
					establecido en esta ciudad es realmente fácil de derribar. 
					Basta con que la gente salga a la calle clamando contra 
					Juan Luis Aróstegui. Que es la persona que más daño le 
					esta haciendo a Ceuta. 
					 
					El secretario de Comisiones Obreras es un tipo que hace muy 
					buenas migas con nuestro alcalde. Ya que la amistad de ambos 
					data desde el momento en que los dos deciden hacer negocios 
					que redunden a favor de sus cuentas corrientes. Y el primero 
					de ellos, o bien uno de los primeros, es el de darle vida a 
					una central lechera en terrenos de Benzú. 
					 
					De aquel tiempo, conviene decir, cuanto antes, que nuestro 
					alcalde era funcionario y Aróstegui se pavoneaba ya como 
					concejal de un Ayuntamiento donde él mandaba tela marinera. 
					Con lo cual hacía de su capa un sayo. Es decir, que hacía lo 
					que le salía de sus adminículos.  
					 
					Y sucedió lo que suele suceder cuando un tipo maneja un 
					sindicato y una concejalía: que el funcionario se ve 
					obligado a rendirle pleitesía. Y así lleva la tira de tiempo 
					nuestro alcalde. Obligado a doblegarse ante un Fulano que 
					tiene la hiel reventada. 
					 
					La central lechera fue el primer fiasco que el sindicalista 
					y el mandamás de Procesa sufrieron. Los terrenos para darle 
					vida a la central lechera estaban situados en Benzú. Y allí 
					estuve yo un día acompañado por Manolo González Bolorino. 
					Quien quiso ponerme al tanto de cómo la amistad de Vivas 
					y Aróstegui se había plasmado en un negocio que parecía 
					dispuesto a proporcionar dividendos extraordinarios.  
					 
					El negocio fue un fracaso. Y me remito a lo que vi en el 
					sitio elegido por tales lumbreras para hacer posible que una 
					central lechera en Ceuta fuera un éxito en todos los 
					sentidos. Allí, en un terreno abrupto de Benzú, me encontré 
					con una choza y una vaca metida en años que ramoneaba con 
					tanta parsimonia como carente de vida y por tanto poco 
					propicia a que sus ubres proporcionaran leche para negociar. 
					 
					Entonces comprendí que Juan Luis Aróstegui y su aparcero 
					estaban destinados a fracasar en cuantos negocios 
					emprendieran. Y hubo un momento en el cual le dije a Vivas 
					que lo mejor que podía hacer es olvidarse de las relaciones 
					con el sindicalista que le iba trastornando la sesera. 
					 
					Pero el mandamás de Procesa había perdido ya la cabeza por 
					el sindicalista y por un empresario que apoyaba cuanto 
					dijera un Aróstegui que le decía que se cuidara de las 
					pintadas que podrían hacerle mucho mal.  
					 
					Y ambos, claro es, cortitos de valor, sucumbieron a las 
					amenazas de un líder sindicalista cuya fuerza ha ido de más 
					a menos y que ahora está a punto de reventar por los cuatro 
					costados.  
					 
					Aróstegui es un bluff. Un tipo que se ha dado cuenta de que 
					los suyos no lo quieren y ha optado por hacer de Conde don 
					Julián. Y la gente lo odia. A ver si Vivas se percata del 
					asunto. Y vuelve a la senda del compromiso que tiene con sus 
					votantes.  
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