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					Autonomía, orientación y movilidad. Tres aspectos que el 
					técnico de rehabilitación de ONCE, Sebastián Herrera Ruiz, 
					trabaja con todos los afiliados con los que trabaja. 
					Autonomía para poder tener la vida que antes llevaba si era 
					adultos. Orientación para poder ubicarse en el espacio. Y 
					movilidad para desplazarse con o sin ayuda de otra persona.
					
 Para poder optar a los servicios que ofrece la ONCE, los 
					usuarios deben estar afiliados y es requisito indispensable 
					tener resto visual inferior al 10 por ciento o un campo 
					visual reducido a 20 grados.
 
 Actualmente, el técnico de rehabilitación de ONCE de Ceuta 
					trabaja con cuatro adultos, todos ciegos. En cuanto a 
					menores, actualmente trabaja con seis alumnos de 
					seguimiento, en coordinación con el profesor del alumno. 
					Actualmente trata a tres ciegos totales, dos muy pequeños y 
					otra chica de 15 años. El resto tienen restos visuales.
 
 En primer lugar los usuario deben acudir a un oftalmólogo, 
					que se encuentra en Algeciras, y que valora el campo visual, 
					contraste, etc. Es en este punto donde el día a día de los 
					afiliados a la ONCE puede mejorar el día a día de personas 
					con resto visual gracias filtros para las molestias del sol, 
					telescopios para la visión lejana y así poder ver el nombre 
					de las calles, el número del autobús o ver a los animales en 
					el zoo como demandaba una niña al técnico.
 
 Cuando existe un informe de oftalmólogo y óptico, es el 
					momento en que el técnico de rehabilitación se adentra en la 
					realidad del día a día del usuario.
 
 A continuación se aborda la autonomía, existen una serie de 
					técnicas y habilidades que enseñan al usuario para que se 
					pueda manejar lo mejor posible. “Los programas para una 
					persona adulta se encaminan en qué era lo que hacía antes y 
					que ahora se ha dejado de hacer, para poder conseguir lo 
					mismo con algunas técnicas”, asegura el técnico de 
					rehabilitación de ONCE en Ceuta y Algeciras, Sebastián 
					Herrera Ruiz.
 
 En adultos primero se empieza por los desplazamientos en 
					interiores, con la técnicas de protección que consiste en 
					llevar la mano adelantada y ofrece una distancia de 
					seguridad. A continuación se enseña a moverse en interiores 
					no conocidos, como por ejemplo la habitación de un hotel. En 
					este caso la táctica es hacer un estudio por cuadrículas del 
					espacio, desplazarse en líneas rectas y hacer un pequeño 
					esquema mental con los muebles y su disposición. Uno de los 
					puntos más importantes en interiores es que las puertas 
					estén siempre abiertas o cerradas, nunca a medias, eso puede 
					suponer un golpe para el ciego. Si se convive con otra 
					persona es imprescindible no cambiar de ubicación los 
					objetos.
 
 Una vez que se controlan los desplazamientos de espacios 
					interiores, se comienza con la ‘Técnica guía’. En este caso 
					el invidente coge al guía por encima del codo, este último 
					siempre va un paso por delante. De esta forma el ciego 
					percibe los movimientos y los puede realizar a continuación: 
					pararse por un semáforo, bajar o subir en escalón, etc. Esta 
					técnica ofrece la libertad de poder mantener una 
					conversación y no tener que comentar en cada momento qué 
					debe hacer. Pero este suele ser un trabajo en familia, a la 
					que se debe enseñar también las pautas.
 
 Tras la Técnica guía, se realizan recorridos por el 
					exterior, que como norma general suele provocar más 
					ansiedad, principalmente por lo ruidos.
 
 En este punto llega el momento del manejo del bastón. 
					Herrera asegura que hay muchos modelos, aunque el más común 
					es el tipo ‘Madrid’. Y no solo lo usan los ciegos, también 
					las personas con resto visual como aviso a los conductores 
					de que la persona tiene una discapacidad. Asimismo, dentro 
					del uso del bastón también hay varias técnicas: de dos 
					puntos, de deslizamiento para ver que obstáculos hay en el 
					camino.
 
 Que un adulto complete todas estas fases, suele suponer de 
					seis meses a un año, todo depende de cada persona, su 
					implicación y sus habilidades.
 
 Por último, estaría el perro guía que se enseña en Madrid.
 
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