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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 3 DE ABRIL DE 2013

 

OPINIÓN / EL ESQUINAZO

Más inmigrantes
 


Jesús Carretero
opinion
@elpueblodeceuta.com
 

Esto es la avalancha que no cesa y a medida que pasa el tiempo va creciendo un poco más y cada día más la llegada de estos inmigrantes clandestinos para los que habrá que hacer la multiplicación de los panes y los peces, si es que se los quiere atender dignamente.

Ya son muchos los años, desde que, poco a poco, se iban colando gentes que trataban de encontrar un lugar al sol que en su tierra no se les daba.

Recuerdo cómo se empezaron a asentar en aquellos “locales” del ángulo, hasta el famoso día de los disturbios que frenó, durante un poco de tiempo, las llegadas en auténtica masa.

Desde entonces, sin embargo, la sucesión de las entradas, de una u otra forma, se ha ido sucediendo y se han ido sucediendo los distintos métodos de entrada, pasando de las ya casi olvidadas pateras a las entradas a nado o a las, cada vez más frecuentes, balsas hinchables.

Métodos muy variados para lograr un mismo objetivo, la entrada a territorio español y de aquí a donde se pueda.

Y Ceuta va soportando esto como realmente puede, o lo mejor que puede, pero no debemos olvidar que el punto de mira no es Ceuta, en concreto, o Tarifa, por más señas.

El punto de mira, desde el continente africano, es todo aquello que bordea el Mediterráneo, o lo que es lo mismo, España, Italia y ..., muy poco más, porque Francia queda demasiado lejos de África, aunque tenga su parte en el Mediterráneo, y otros países, con costas al propio Mediterráneo, están para que les rescaten a ellos y no para acoger a otros.

Sea como sea, desde hace años, es un éxodo que se hace imposible frenar y si no ahí está la situación que está viviendo Ceuta a diario o esta otra en la que los guardacostas italianos se encontraron el pasado viernes con que tuvieron que interceptar a casi 700 inmigrantes, que no iban, precisamente, a que el Papa les lavara los pies, en la Semana Santa.

Estos inmigrantes, en su mayoría africanos, trataban de llegar a tierras italianas en 10 embarcaciones nada seguras.

El riesgo, todo hay que decirlo, es muy grande. La aventura es la búsqueda de un sitio mejor o la muerte asegurada, cuando una de esas frágiles embarcaciones transportaba unas 150 personas.

Esa nave, por llamarla de alguna forma, envió una petición de auxilio a unas 80 millas de la isla siciliana de Lampedusa.

La sorpresa, si ahora y en esto puede haber sorpresas, es que junto a esa nave que había pedido ayuda, a escasos metros había otra muy parecida o más frágil, otra nave de goma con 70 pasajeros.

Esto es algo más del suma y sigue que los gobiernos ya debieran haberse puesto de acuerdo para poder atajar estas situaciones, que representan una tragedia humana, en muchas ocasiones y, además, unas situaciones anómalas desde el mismo principio.

Ser pobre, está claro, es una desgracia, pero ser pobre en territorios en los que no hay nada más que leyes benefactoras para unos y hambre y desgracia para los demás, es lo peor que puede darse en el mundo.

Es el momento en el que, desde Europa, y especialmente con relación a esos territorios que envían personas hambrientas, los gobiernos traten de dar una solución, para que muchos de esos, además de morir de hambre, no tengan que morir en medio del mar, abandonados a su suerte y a la de las inclemencias del propio mar. Ha llegado el momento en el que algo hay que hacer.
 

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