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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 10 DE ABRIL DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Buen fin
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Ella era abogada y culta, y muy aficionada al fútbol, y yo frecuenté su amistad. Solíamos sentarnos a la mesa de una terraza de la recoleta plaza de España en Mérida, frente al vetusto Hotel Emperatriz. Corría el año 1979 y Margaret Thacher comenzaba a imponer sus normas en el Reino Unido y el mundo entero vivía pendiente de su forma de actuar.

Carmen, extremeña de arriba abajo, y que estaba en posesión de un garabato que convertía a los hombres en subordinados suyos, a poco que éstos no supieran contener sus impulsos, me decía lo siguiente: “Mira, Manolo, la señora Thacher, tiene trazas de haber leído el poema de Rudyard Kipling, que tengo yo en mi casa, caligrafiado en letras de iluminación antigua sobre un papel vitela color de pergamino. Y que mi padre había colgado en la habitación de mi hermano mayor”.

-¿Qué decía el poema, Carmen?

“El poema, bastante pomposo y solemne, podía ser resumido así: Si sabes callarte cuando sufres o tienes dificultades… Si te burlas de lo que los demás piensan de ti y dicen a tu espalda… Si puedes seguir teniendo la cabeza sobre los hombros incluso cuando estás enamorado… Si puedes tener problemas de dinero y complicaciones profesionales sin caer en la más negra depresión… Tú será un hombre, hijo mío…”.

-¿Y qué…?

“Se sobreentiende: el hecho de ser un hombre representa el non plus ultra de la condición humana, pero hay que mostrarse digno de tal honor. Y a buen seguro que la señora Thacher se ha impuesto ser un hombre para poder mandar más y mejor que cualquier varón. Sin darse cuenta de que la mujer actual tiene una obsesión por ser igual que el hombre, y no sé por qué, si el hombre es un pobre diablo desorientado”.

-Creo entender, Carmen, que a ti no te gusta nada, pero nada, la señora Thacher –y me respondió así:

-Me desagrada en extremo. Porque creo que es una señora carente de sentimientos. Que trata de ser más dura que el pedernal. Y que está obsesionada con pasar a la historia como la primera mujer que ha sido capaz de poner a los hombres en su sitio. Es más, tengo la impresión de que odia a los débiles, a lo pobres en general, y que disfruta viendo sufrir a los más necesitados. A mí, Manolo, me parece una mujer carente de sentimientos.

Mi conversación con Carmen fue de las que nunca se olvidan, porque que me estaba enjuiciando a una figura de la política mundial que acababa de principiar su cometido. Un cometido en el cual nunca tuvo el menor escrúpulo a la hora de ponerse de parte de los más poderosos y sin embargo no se cansó de arremeter contra quienes estaban desasistido de poder para defenderse.

Fue Margaret Thacher una mujer cuya forma de actuar encandiló a la derecha extrema y al capital. Ya que ella no tuvo el menor inconveniente en tomar decisiones drásticas aun a sabiendas que en el camino dejaba un reguero de muertos en vida. Personas que jamás volverían a levantar cabeza. Millones de parados se hundieron en la miseria de la misma manera que el hundimiento del ARA General Belgrano se llevó consigo al fondo del mar a 323 argentinos. La señora Thacher, tras su muerte, ha tenido la suerte de recibir plácemes y críticas acerbas. El Reino Unido, pues, se ha dividido en dos bandos. Uno la elogia, como a un varón; y otro la detesta y expresa festivamente su fallecimiento. Buen fin.
 

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