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OPINIÓN - DOMINGO, 5 DE MAYO DE 2013

 

OPINIÓN / DESDE LA OTRA ORILLA

Dignidad humana y perruna
 


José Salguero Duarte
opinion@elpueblodeceuta.com

 

A estas alturas de mis años, casi nada me sorprende, tras todo aquello que debió ser ulterior a mis sueños utópicos e idílicos cuando era un crío, adolescente o joven.

Épocas, en las que desde la inocente e ingenua ignorancia, respetaba lo que había que respetar y más, por así estar impuesto a través de los dogmas incuestionables del antiguo régimen.

Herencia incongruente aceptada y adoptada en determinados conceptos, por el actual sistema político andaluz socialista, y por el estatal nacional español, de las diferentes formaciones políticas imperantes en esta democracia de gran auge para el capitalismo.

Consecuentemente, creo, que gran parte de lo que me ha rodeado ha sido una mentira, farsa y sinvergonzonería. Y de forma que me acerco por ley natural a las puertas del infierno, se avivan las guadañas de los verdugos de los poderes habidos y por haber, para achicharrarme cuando llegue ligero de equipaje.

Porque, desde que diera en esta jungla mis primeros pasos en la calle Galileo, Carboneros y Díaz de Mendoza de La Línea de la Concepción; ciudad andaluza y gaditana creada a la sombra del Peñón de Gibraltar, y que actualmente ocupa el primer lugar de desempleados en España con una tasa superior al 40%. Me inculcaron por la década de los sesenta del pasado siglo que “Dios premia a los buenos y castiga a los malos” que “los niños vienen de Paris” y que “Dios hizo al hombre de la costilla de Eva”.

Tras esos falsos principios y muchos más similares que me incrustaron en el disco duro del creer y ser. Un día tras otro, surge un similar motivo religioso, político, económico… que provocan que se me agite la pólvora mojada que llevo en mis entrañas.

Porque debe saber el Dios que abrió los mares, para que pasaran los suyos dejando que se ahogaran los demás. Que debo contener continuamente mis penas, haciéndolo en estos momentos, a través de la palabra escrita con la roja tinta de mi estilográfica. Al ser el mejor antídoto de cuantos haya para combatir a las hienas racionales encorbatas más cruentas y malignas del universo.

Por ello, debo confesar y confieso, que tras el amargo triunfo del Real Madrid C. F. ante el Borussia de Dortmund alemán el 30 de abril pasado, cayendo los ‘merengues’ eliminados de la Copa de Europa. Comprobé, una vez más, que el fanatismo de las masas mueven montañas. Y al no poder reconciliar el sueño, no por la derrota madridista, sino por ciertos comportamientos incívicos, necesitaba unas dosis de paz para mi relajación corporal y mental.

Por lo que, fui a mi biblioteca y al azar seleccioné para leer el libro titulado “El viejo y el mar” de Ernest Hemingway. Siendo gratificante e interesante el medio centenar de páginas que imbuí antes de pasar al más allá del dormitar; relajándome totalmente lo narrado hasta ese momento, sobre “la lucha de un pescador con su presa: una batalla contra las adversidades que esconde un desafío moral y revela la ambigüedad de los conceptos tales como derrota o victoria”. Escribiendo William Faulkner en la contraportada, además, que “en esta novela Hemingway había descubierto a Dios“.

Muy afortunado fue Hemingway si lo descubrió, porque lo llevo buscando medio siglo y, como aún no lo he encontrado, voy a tener que acudir al programa de Tele5: “Hay una cosa que te quiero decir” para que lo localicen. Y si lo encuentran, pedirle más de una explicación, de muchas cosas que dicen sus benefactores que hizo y que no son tan benignas como me hicieron creer siendo un niño.

Una de ellas, por ejemplo, es que creó al mundo en seis días y al séptimo descansó, dejando todo lo creado peor que dejó a Sodoma y Gomorra. Creyendo, que si no mueve ni un dedo desde entonces, es porque tendrá remordimientos de conciencia o, porque se encuentran en el paro cobrando la prestación por desempleo, la ayuda familiar u otras subvenciones con dineros públicos europeos.

Siendo curioso, que en la mañana siguiente de lo anterior (1º de mayo ‘Día del Trabajo’), un buldog llamado ‘Hemingway’, estaba siendo adiestrado en un programa de la tele por el encantador de perros, Cesar Millán, al haber sido educado el animal muy mal por sus dueños, al tratarlo como una persona y no como a un perro, comportándose agresivo y dominante ante lo que se le acercaba.

Creyendo, que en la política hay seres humanos, a los que los ciudadanos tratan como tal sin merecérselos. Como ocurriera hace un par de domingos en el Restaurante Pizarro de Alcalá de los Gazules (Cádiz), cuando un gran amigo octogenario vio pasar a una alta personalidad política nacional del PSOE. Y al preguntarle dos veces: “¿Es usted don Manuel?”. El político no le hizo ni caso continuando caminando sin pararse, por lo que no me pude reprimir, diciéndole a mi amigo -¡No le llames don, no le llamen don a ese!
 

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