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OPINIÓN - LUNES, 6 DE MAYO DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Paciencia y memoria
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Tener una larga paciencia es, sin duda alguna, signo evidente de pensar bien. La memoria parece ser que también tiene dosis de talento. A pesar de que se nos haya dicho muchas veces que la memoria no deja de ser la inteligencia de los tontos.

En los tiempos que corren, malos de solemnidad, envilecidos además por la corrupción y por la pobreza abrumadora que nos va asediando cada vez más, paciencia y memoria son armas con las que hay que defenderse, en según qué situaciones.

Es lo que pensaba durante la reciente celebración del Dos de Mayo cuando decidí tomarme unos días de descanso. Y lo sigo pensando al volver a escribir en este espacio que me cede un periódico que vive sometido a las presiones de quien ha creído conveniente poner a prueba a la empresa editora.

El día dos de este mes de mayo en el cual las primeras comuniones hacen posible que las calles sean una pasarela de mujeres convertidas en imán de las miradas, coincidí en un establecimiento con nuestro alcalde. Quien iba acompañado por personas muy afines a él. Y, como mandan las reglas de la buena educación, lo abordé para saludarle. Y debo confesar que su respuesta fue la que yo esperaba: congelada.

Dado que nuestro alcalde y sus afines estaban compartiendo mesa y mantel en un reservado y uno estaba como único comensal en el comedor principal, el poquito de jolgorio de nuestro alcalde y personas cercanas a él me llegaba con nitidez. Risas y comentarios se expandían por el habitáculo. Aunque la alegría de todos ellos no impedía que mi imaginación se echara a volar.

Y me dije que un país en democracia no necesita de mitos, sino vivir con naturalidad, sin tribus ni biblias políticas, el hecho nacional. En este caso, el hecho local. Un pueblo en democracia no vive de metafísica, sino de compartir un común legado de recuerdos, de lealtades no excluyentes, que permiten mirar el pasado sin ira. “El mito corrompe la Historia, aísla los hechos del mundo, los deja hundidos en un marasmo, en un sueño de vencedores y vencidos”.

Con lo cual el enfrentamiento se extiende en el tiempo junto al victimismo agresivo, de ahí que las sociedades más sanas sean aquellas que, libres de furores absolutos, pulverizan con el debate razonado las manipulaciones mitológicas. Poniendo el sentido común encima de la mesa donde las discusiones deban celebrarse. En suma: “Eco y espejo, el mito contamina el presente de viejos fantasmas”. Así, cuando los malos recuerdos afloran y cuando las malas acciones, yacentes entre telarañas, surgen dispuestas a cobrar actualidad, Capuletos y Montescos acaban haciéndose daños impensables y ambos terminan, tras la batalla campal, disminuidos en todos los sentidos. Y nada hay más terrible que el odio del posible perdedor. Si lo hubiera.

Mis pensamientos, de haberme sido posible, se los hubiera transmitido a nuestro alcalde, cuando tuvimos otra vez la ocasión de vernos para despedirnos. Una despedida carente ya de ese frío que lo gélido produce. Como debe ser el trato entre personas normales. Por más que sea entre un alcalde y alguien que escribe en un periódico cuyo error, si lo hubo, fue ayudar más de lo conveniente a la causa del mito.

Y es que cualquier persona con dos dedos de frente sabe que criticando los absolutos comienza la esperanza, comienza la libertad. De mitos están los cementerios llenos. Pues siempre hubo un Mourinho acechante.
 

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