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OPINIÓN - MARTES, 7 DE MAYO DE 2013

 
OPINIÓN / ANÁLISIS

“¿Cómo va mi contrato?” (II)

Por Ramiro T.


Como ya escribí hace un par de semanas, el sentido de la propiedad que Rafa Montero ha mostrado en todo momento sobre el pliego de condiciones del contrato de publicidad institucional es una muestra inequívoca sobre lo que se ha previsto. Por ello, en más de una ocasión ha acudido al departamento correspondiente para interesarse sobre los extremos del contenido del mismo: “¿Cómo va mi contrato?”

Hay más de un testigo que podrían aseverar el interés mostrado por Rafa Montero sobre algo que considera suyo: el pliego de condiciones que fijaba las bases de adjudicación de un contrato de 3 millones de euros por cuatro años. Una “mordida” mas que suculenta para una sola empresa: ‘El Faro de Ceuta’.

Los indicios hacen más que sospechosa la conducta de Rafa Montero, que nunca se ocultó de mostrar su sentido de la propiedad, en la confianza que el contrato es para él, sin ninguna duda. Y así ha ido presumiendo con altanería ante la sorpresa de quienes le escuchaban hablar de esa manera: “¿Cómo va mi contrato?”

Son los mismos que estarían dispuestos a testificar en este sentido sobre una presunta adjudicación ya dirigida, con las cartas marcadas, como hacen los tramposos en el juego, contando –claro está- con la anuencia de políticos como el presidente de la Ciudad.

Estas actitudes propias de una república bananera, nos retrotraen a otras épocas pasadas, con un caudillaje que creíamos desterrado en los tiempos de la historia, aunque parece que todavía hay personajes dispuestos a situarnos en un mundo tenebroso de sospechas, intrigas, maniobras y conjuros, que creíamos eliminados de una institución como la Ciudad Autónoma de Ceuta y de la actual situación democrática.

Los hechos parecen situarnos ante unos caciques, dispuestos a todo para someter a quien se oponga a sus pretensiones. El juego sucio, la venganza, el chanchullo, adquieren un protagonismo vergonzante. Quienes hacen uso y abuso del dinero público a su antojo son capaces de arriesgarse a cualquier objetivo sin escrúpulos.

Juan Vivas y Rafa Montero, éste bajo la nuevas versión de “¿qué hay de lo mío?” con su “¿cómo va mi contrato?”, nos llevan a una realidad kafkiana, esperpéntica, draconiana con quienes se aplica la venganza más burda.

Para llegar a un despacho oficial y tener la osadía de preguntar “¿cómo va mi contrato?” hay que tener una desvergüenza tal y una falta de escrúpulos que sólo puede estar amparada por un político de poder que ha dado plena seguridad de esa “propiedad” de la que hace gala Rafa Montero.

Esa frase, altanera, pone en ridículo a los técnicos a quienes ofende, como si fueran meras marionetas de los políticos y de las prebendas del poder político para sus benefactores. Llegar a un despacho oficial interesándose por un pliego de condiciones, considerándolo propio sin ningún disimulo, es tan osado y vejatorio para los propios funcionarios, que los deja completamente desairados y relegados al papel de meros comparsas de un chanchullo de grandes dimensiones. Un chanchullo de 3 millones de euros.

Que el dinero público esté en manos de quienes lo utilizan a su capricho revestido de legalidad, que 3 millones de euros se otorguen a quien te “baila el agua”, es como si le tocara la Bonoloto o la Primitiva sin jugar.

Pues que sepan los ceutíes, que hay fundadas razones para considerar que esa cantidad de dinero, Juan Vivas quiere ponerla en manos de Rafa Montero para que, durante los cuatro próximos años, diga a los cuatro vientos que es el mejor, el más guapo e incluso el más alto.

En este asunto, el objetivo es acabar con ‘El Pueblo’, para que calle para siempre cualquier desmán del Gobierno Vivas. Un escándalo de grandes dimensiones que, de producirse, se desconoce hasta dónde podría llegar. Las redes sociales y la tecnología, impiden silenciar cualquier asunto. Ya no hay dinero que pague esos silencios tecnológicos.

Lo peor es las consecuencias para un buen número de familias que, a causa del “¿cómo va mi contrato?” podrían verse en el paro.

Esperemos que ese “¿cómo va mi contrato?” no haya caído en saco roto para los técnicos. Rafa Montero los ha querido convertir en meros comparsas. En ellos está el ejercer su verdadero papel para aplicar la legalidad con rigor y, sobre todo, con justicia. Unos conceptos que los desalmados no conocen.
 

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