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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 22 DE MAYO DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Decencia y honradez
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Decente es adjetivo que califica como honrado o moralmente bueno. Una bendición de Dios cuando se adjudica a una persona que se lo merece sin la menor duda. Honradez, en una de sus acepciones, le corresponde a quien su comportamiento se ajusta a la ley.

Nuestro alcalde aprovecha cualquier oportunidad para airear que él está sobrado de honradez, de integridad, de modestia y que su bondad es tan asumida por los ciudadanos que hacen posible que éstos sientan por él pasión desmedida. Y se queda tan pancho.

Nuestro alcalde ha llegado a creerse que está atiborrado de cualidades. Que ha nacido para gobernarnos hasta el fin de sus días. Incluso está convencido de que sus años como autoridad serán recordados como los mejores de la historia de esta ciudad. Es decir, que en esta tierra habrá un antes y un después de él.

Nuestro alcalde se olvida de que ser decente lleva consigo un comportamiento en el cual no cabe tomar decisión contraria a la ley. Que no es posible presumir de honradez cuando se ‘amañan’ concursos para favorecer a los amigos. Los amigos de nuestro alcalde son ya harto conocidos: Rafael Montero Palacios y Juan Luis Aróstegui.

Nuestro alcalde, con el oremus perdido por saberse tan rico cual poderoso, ha tomado la ladera de los despropósitos y se encamina hacia la sima de la perdición. Y le auguramos un final que no le deseamos ni siquiera a nuestro peor enemigo.

Nuestro alcalde, de un tiempo a esta parte, viene cometiendo errores con el fin de tapar otros errores y lo que está consiguiendo es una suma de pifias y de mentiras que están haciendo posible que los ceutíes se den cuenta de que están siendo gobernados por un mindundi. Un tipo insignificante que ha conseguido embaucar a mucha gente durante mucho tiempo.

Y así podría haber seguido su forma de proceder. Pero, finchado y confiado en que maneja todos los resortes del poder en la ciudad, se ha atrevido a atentar contra una empresa de la que viven muchas personas. Y se ha encontrado con una repuesta que ni esperaba ni estaba preparado para combatirla.

Y ahora mismo es un mar de dudas y sobre todo se acuesta todas las noches sabiendo que su decisión de acorralar a este periódico es un absurdo. Una sinrazón que no venía a cuento. Por más que nos odie. Que odie a quienes no cejaremos en el empeño de enfrentarnos a él. Con todos los medios que la ley nos permite y con el convencimiento de que llevamos razón.

Nuestro alcalde sabe perfectamente que a partir de ahora le resultará imposible presumir de decencia y de honradez a carta cabal. Porque nadie lo va a creer. Ahora mismo en la calle se le tiene perdido el respeto. Y la gente lo maltrata con palabras que a mí me suenan mal. Muy mal. Y hasta se le achacan maldades que yo no comparto. Si bien es cierto que, cuando a mí se me ha preguntado por si yo sigo creyendo en él, mi respuesta no se hace esperar: sí; porque las personas malvadas no cambian nunca.

Malvado es, sin duda, cualquier sujeto que actúe premeditadamente contra un periódico con el fin de que éste se vea abocado a fenecer y a dejar sin recursos a muchas familias. Y que lo haga disfrutando de su proceder. Es el caso que nos ocupa. El de un alcalde que lleva muchos años presumiendo de decencia y honradez. Lo cual no le ha impedido perseguir sañudamente a este medio porque ha destapado el ‘caso Urbarser’. De presunta corrupción.
 

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