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OPINIÓN - JUEVES, 23 DE MAYO DE 2013

 
OPINIÓN / EDITORIAL

Mayorías absolutas sin patente de corso

La entronización de Juan Vivas como presidente de la Ciudad con dos legislaturas seguidas con una mayoría absoluta aplastante, no le confiere patente de corso para hacer de su capa un sayo ni para ejercer el poder omnímodo. Su altanería en los procedimientos que se siguen con el contrato de adjudicación de la publicidad institucional podría acarrearle imputaciones de presunta prevaricación y fraude. Asunto que pudiera acabar en la Fiscalía Anticorrupción con las consiguientes repercusiones y la “factura” política que se cobraría el tema que, en caso de imputación requiere, en versión Mariano Rajoy, cese o dimisión para los afectados.

La fuerza de los votos dan legitimidad para gobernar con justicia, ecuanimidad, sensatez y templanza, pero no para ejercer la venganza o el exterminio. Como tampoco tiene Juan Vivas el apoyo absoluto de todo su partido en sus actuaciones, porque no obtuvo en las urnas un cheque en blanco, sino un mandato para gestionar el dinero público con ecuanimidad. Por ello, ejercer el cesarismo desde la autoridad suprema, buscando el culto a su personalidad, o imponiendo su voluntad a los adversarios, constituye una aberración y una práctica antidemocrática deleznable.

Los comportamientos abusivos, las conductas prepotentes, ejercer el poder político con altanería, también es una forma decadente de mostrarse. Si Juan Vivas se ha creído Julio César, si busca perpetuarse por sus atrocidades, si ha creído que su bolsa de votos y escaños son el mejor aval del Imperio político en el que se sustenta, también ha de saber cómo cayó el Imperio romano, mucho más fortalecido que un resultado electoral holgado. Nadie está por encima del bien y del mal.
 

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