PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura
Melilla

Opinión
Archivo
  

 

 

OPINIÓN - DOMINGO, 23 DE JUNIO DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

El poder no es humilde
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Corría el año de 1950. España y Portugal se jugaban una eliminatoria a doble partido. El premio era acudir al Mundial que se iba a celebrar en Brasil. El primer partido se celebró en Chamartín. Ganó la selección española, incluso jugando con diez, durante 80 minutos, debido a que fue expulsado José Luis Riera; defensa con quien al cabo de los años mantuve una magnífica relación.

Me acuerdo de aquel encuentro, cuyo resultado fue de 5-1, porque ese día tuve la suerte de oír la retransmisión en la casa de una riquita, amiga de mis padres, y pude atiborrarme de ‘Galletas María’. Esa amiga se podía permitir el lujo de tener un aparato de radio por donde salía la voz inconfundible de Matías Prats. Ello sucedía un dos de abril. Zarra marcó dos goles. Y Basora, Panizo y Molowny, que debutaba, hicieron los restantes.

El domingo siguiente, o sea, el 9 de abril, tocaba jugar en el estadio nacional de Jamor, en Lisboa, y allá que otra vez se me presentó la oportunidad de merendar café con leche y galletas… España necesitaba ganar o empatar. Ya que el gol-average no se estilaba. Zarra -¡qué conversación más interesante mantuvimos a finales de los ochenta!- marcó el primer gol y pronto se adelantaron los portugueses. Menos mal que Gainza consiguió el empate y con él el derecho a no tener que jugar un tercer partido. España se había clasificado para disputar el IV Mundial de Fútbol.

Al terminar el partido, Matías Prats entrevistó a Piru Gainza, que había actuado de manera memorable. Y le preguntó lo siguiente: “¿Quién crees tú que es el mejor extremo zurdo de España?”. Y Gainza, sin titubear lo más mínimo, respondió: “Yo”.

Matías Prats, en aquella España gris, pacata, hambrienta y en la que hablar de sí mismo resultaba mucho más condenable que maltratar a las mujeres, quedó sorprendido hasta el extremo de decirle al jugador vasco que él esperaba que le hubiera citado a Seguí –extraordinario futbolista del Valencia o a Molowny-. Y Gainza, dando prueba palpable de pasarse la humildad fingida por el forro, contestó: “De haber dicho yo que Seguí o Molowny eran mejores que yo, habría dejado en muy mal lugar a los dos seleccionadores que decidieron alinearme a mí”. Los dos seleccionadores eran Guillermo Eizaguirre y Benito Díaz.

Ni que decir tiene que las declaraciones de Piru Gainza sentaron muy mal entre quienes hacen de la falsa humildad bandera. Que no deja de ser una humildad tan repleta de orgullo como para ponerse a salvo de ella. A mí me habrán oído decir muchas veces que prefiero vérmelas con personas arrogantes antes que con aquellas que van haciendo alardes de tener muchos defectos y pocas cualidades.

La humildad de los políticos es inexistente. Por razones obvias. Y quien presuma de ella no deja de ser un falso, un simulador, un fingidor profesional. Cuyo arquetipo bien pudo ser el francés Pompidou: de quien decían que se desmigajaba en obsequiosidades y palabras lindas y promisorias, con una sonrisa ladeada y humilde de hermano refitolero.

Creo que viene a cuento todo lo que he reseñado, tras leer la información procedente de Algeciras y comprobar las lisonjas que ha recibido Juan Vivas por parte del alcalde de aquella ciudad, José Ignacio Landaluce. Comprendo que la cortesía salga a relucir con el visitante. Pero calificar a nuestro alcalde de humilde es pasarse de la raya. Es ponerse en evidencia. Vamos, es dejarse ver el plumero de la trola. Pues poder y humildad se repelen.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto