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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 10 DE JULIO DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Premio Convivencia
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Alguien dijo que lo único decente que puede hacer un escritor para que sus libros se vendan es escribirlos bien. Que es lo que ha venido haciendo Mario Vargas Llosa durante muchos años. Y como ejemplo he aquí algunos títulos de su gran obra literaria: La ciudad y los perros, La casa verde, Conversación en La Catedral, La Fiesta del Chivo, Pantaleón y las visitadoras y otros que ni me acuerdo ni quiero molestarme en acudir a buscarlos a los anaqueles de mi modesta biblioteca.

El último libro que leí del escritor peruano, Travesuras de la niña mala, me sirvió para comprender aún más cómo el hombre necesita a la mujer para holgar, tal y como lo decía el arcipreste de Hita, y para sentirse varón en toda la extensión de la palabra. Ese amor de mil caras que nos muestra Vargas Llosa en la novela referida, evidencia que el artista nacido en Arequipa, Perú, jamás hubiera asumido la castidad, ni siquiera amenazado con penas indecibles.

Mario Vargas Llosa, intelectual situado en el pináculo de la gloria literaria, y convertido en un guía de la sociedad actual, ha venido a Ceuta porque se le ha concedido el Premio Convivencia. Y ha suscitado el interés de lo más granado de esta ciudad. Si bien es cierto que corren malos tiempos para que la gente sea capaz de escuchar atentamente el mensaje de quien está considerado un gurú literario. Alguien que defiende las ideas liberales en momentos donde éstas no son las adecuadas para sacarnos del atolladero en el cual nos han metido los políticos.

A lo largo de los últimos años, lo que opinen los intelectuales importa bien poco. Porque se han puesto siempre de parte del poder. Bien lo dijo Camilo José Cela, a su debido tiempo, hay que escribir a favor de quienes manejan los dineros. De no ser así, hasta pueden sufrir persecuciones. No es el caso del hombre que nos ocupa. El hombre del cual escribimos es Premio Nobel de Literatura, Premio Miguel de Cervantes y Príncipe de Asturias de la Letras. Ahí es nada. Y, sin embargo, en esta ciudad las autoridades dicen que se le ha concedido el galardón no por su extraordinaria obra literaria sino por su defensa de la emigración. Y quien lo dice se queda tan pancho o tan pancha.

Quien está tocado de los nervios, sin embargo, es nuestro alcalde. Su alteración está motivada porque no acaba de hacerse con las riendas del discurso adecuado para lucirse ante un visitante tan ilustre. Quienes conocen a Juan Vivas andan diciendo que lleva varios días situándose ante el espejo del cuarto de baño de su despacho ensayando la perorata. Y no acaba de sentirse satisfecho de su actuación.

De modo que ha llamado a consulta a varios de sus asesores. Todos ellos tan poco leídos como él. Y han acordado que debe aprenderse de memoria la sinopsis de El pez en el agua. Y que a partir de ahí cumpla el objetivo previsto. Que es el de salir del paso en el acontecimiento dando la impresión de que él ha pasado por el trance del autor. Eso sí, el resumen general de la obra tendrá que ser acompañado por un canto a la Ceuta marinera. A los vientos reinantes. Al Estrecho que nos une a la Península y nos hace ser ciudadanos del mundo. Personas ávidas de saberes y dispuestas a premiar a intelectuales de la talla de Mario Vargas Llosa.

¡Qué pena que nuestro alcalde no pueda invitar a Aróstegui, a tan grande acontecimiento. Su amigo del alma. Porque éste dice que quienes visten traje y corbata se disfrazan de profesionales de la mentira. Y Vargas Llosa se sentiría ofendido de por vida.
 

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