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OPINIÓN - JUEVES, 18 DE JULIO DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Hay que ensanchar la corrupción
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

A todas las horas del día, de la noche y de la madrugada, al margen de lo que dicen los periódicos de papel y digitales, radios y televisiones hablan de Luis Bárcenas sin tomarse un respiro. El extesorero y exgerente del Partido Popular está en boca de todos. Y mucho me temo que los periodistas no cesarán de largar acerca del asunto, no sólo por ser de enorme interés, sino porque el único acontecimiento deportivo que podía distraer la atención de los españoles es la vuelta ciclista a Francia. Pero ni siquiera Alberto Contador parece dispuesto a echarle una mano a su mayor fan: Mariano Rajoy.

Lo que sí me sorprende, por decir algo, es que hasta ahora no haya salido nadie defendiendo a Luis Bárcenas. Como se suele hacer en España desde los tiempos de Maricastaña. Comparándolo, verbigracia, con el clásico bandolero bueno que robaba a los ricos para dárselo a los pobres. Y es entonces, créanme, que se me viene a la memoria el nombre de Mariano Gavin Sunén, apodado Cucaracha; bandolero aragonés que en el siglo XIX desvalijaba a los ricos en los Monegros para repartir la tela entre los más necesitados de la comarca.

Por consiguiente, no tengo el menor inconveniente en decirles a ustedes que ando a todas horas lampando por oírle a uno de los sobrecogedores del PP aunque sea un atisbo de loa a LB, cual agradecimiento por los euros recibidos en época donde dicha pasta les ayudaba a llegar a final de mes. Dado que los sueldos de los ministros y demás cargos políticos no daban ni dan para mucho…

Uno, a medida que van pasando los días, quizá porque es de caletre limitado, no llega a comprender que el alpinista, nacido en Onuba, y de oficio contable, haya pasado de ser un tipo cabal y dotado de cualidades extraordinarias para la cúpula de su partido, a ser catalogado de bronco, vengativo, maleducado y hasta como delincuente. Que lo de mentiroso es, por supuesto, algo que el derecho positivo les concede a todos los imputados.

En cambio -insisto: dentro de mi falta de cacumen-, hecho de menos algo que en política debería ser sagrado: que un político honrado se quite de en medio cuando cae sobre él la sospecha. Pero eso es como pedir peras al olmo. En una España donde hasta Casillas suele jugar en la selección por interés nacional. A fin de que se beneficie la marca España.

La marca España está por los suelos, últimamente. Como no podía ser menos en una tierra donde la crisis, que está dejando a tantas personas convertidas en muertos vivientes, parados de cuarenta años hacia arriba, tiene su origen en la desigualdad y en la corrupción. Ésta es democrática. Y, por tanto, lo ideal sería ensancharla para que llegue a todos: a ricos, clases medias y, por encima de todo, a los más necesitados; o sea, a parados de larga duración y a la muchísima gente que tiene que pedir auxilio para que sus hijos puedan comer aunque sea un plato caliente al día. Que no creo que sea mucho pedir.

Lo ideal sería que hubiera muchos tesoreros en sitios donde abunde el dinero, emulando a Bárcenas, aunque haciendo los repartos en sobres marrones con equidad, imparcialidad y justicia. Y así, hasta se les podría permitir que tuvieran ellos cuentas en Suiza. Ahora bien, si, como hasta ahora, la democracia valida solamente que se lo lleven calentito políticos y empresarios relevantes, habrá que inventarse un bandido generoso. Algo que debe decidir el pueblo. ¡Cómo está España…, don Mariano!
 

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