PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura
Melilla

Opinión
Archivo
  

 

 

OPINIÓN - JUEVES, 18 DE JULIO DE 2013

 
OPINIÓN / COLABORACION

En la muerte de Tafa Sodía

Por Nuria de Madariaga


Luz en aquel trayecto interminable, porque aquello estaba donde Cristo pegó las tres voces y había que ir a recoger a un depósito la moto de un familiar que había sido intervenida y devuelta. Y tinieblas hace dos madrugadas, cuando recibí el mensaje de un amigo con la noticia de su vil asesinato. ¿Y con qué me quedo? ¿Con el viaje con Tafa y un amigo que acababa de ser operado de cataratas e iba conduciendo al tiempo que decía “veo bien, veo bien” sin conseguir despejar la inquietud de quienes ocupábamos el vehículo o con la imagen de una sábana ensangrentada en el suelo de la Marina ceutí?. ¿Con qué imagen se hubiera quedado el tipo afable, arrojado y simpático, gran conversador, ingenioso y con una enorme rapidez intelectual que era Tafa Sodía? Sin duda con la de aquel entonces cuando, después de pagar el depósito de la moto que estaba en un pueblecito que era una simple fila de casas en plena carretera, se quedó sin dinero y tuve yo que ofrecerme (con gran pesar) a pagar el almuerzo en un modesto chiringuito mientras cargaban la batería de la moto de las narices y la limpiaban para que la retirásemos.

Yo advertía “No comáis mucho que luego nos quedan más de trescientos kilómetros y no hay que estar pesados para conducir”. Pero la cosa es que llevaba sólo cincuenta euros y el operado de cataratas y mi amigo Tafa se veía que eran muy de “pescadito frito”. Aunque, según mi amigo “ningún pescado hay como el de mi tierra, Ceuta” y yo que soy más rifeña que Abdelkrim replicaba que mejores son los salmonetes de la Mar Chica y el otro que no, que todo lo de Ceuta es lo mejor ¡Ni comparación!.

Lo favorable era que el chiringuito tenía lo que pijamente diríamos “precios competitivos” y comimos la gloria de Dios hablando de los hijos, de la educación, de la poca vergüenza de los botellones, de las antiguas diabluras de mi marido Erik el Belga, de que Tafa quería que pintara retratos de sus niños y el pintor prefería esperar un par de años a que fueran más mayores y tuvieran los rasgos más definidos. Y de Ceuta.

Mi amigo sentía una querencia profunda por esta tierra que, o crea adicción o genera agobio, pero que jamás tiene términos medios. Su gran sueño era volver y así hablamos de las nubes cambiantes del Estrecho, de la magia de los atardeceres y de la hora violeta y aunque me devolvió lo del almuerzo, quedamos emplazados para otra comida veraniega a la vera de la playita de Ceuta, cuando él, por fin, pudiera regresar del destierro. Y no ha podido ser porque un criminal abyecto, maldita sea su alma putrefacta y hedionda, ha aprovechado el mes sagrado del Ramadan y la tranquilidad de estar viviéndolo con su familia y en el lugar de sus raíces, para ejecutarle con premeditación, alevosía y ensañamiento ante su joven y linda esposa.

¿Qué Tafa Sodía había tenido problemas en el pasado? El pasado no es presente y un hombre que pasea una noche de julio, tras romper el ayuno, aprovechando la quietud y el frescor de los cielos que le vieron nacer, nada teme de nadie que venga de frente. Pero las alimañas no actúan de frente sino que se solapan entre las sombras, quienes van de frente son los hombres y Tafa Sodía sabía ir de frente y creo que tenía la viva conciencia de que no se puede vivir encerrado en los rencores del ayer, sino evolucionar y vivir nuevas etapas. Sobre todo cuando se tiene una familia y unos hijos a los que deseaba dar raíces para que siempre sepan de donde vienen y alas para que puedan volar allá donde su voluntad y su preparación les lleve.

Ya nunca experimentará la alegría de verles superar la Selectividad después de toda una vida de lucha con los deberes escolares, ni disfrutará con ellos del fin del Ramadan, ni les verá echarse novios y novias, ni conocerá a sus nietos. ¡Tanto añorar los amaneceres de su tierra para esto! Pero no me quedo con la sábana ensangrentada, me quedo con los cafés que tomamos, con el pescadito frito, con las charlas, con sus proyectos para su familia, con su profunda lealtad hacia los suyos y con su forma de afrontar cualquier problema sin soslayarlo. Dicen que hay hombres que mueren para que nazca una leyenda, pero yo prefiero a Tafa con la alegría de ver crecer a sus niños junto a su esposa y en su tierra, antes que cualquier leyenda.

Tafa Sodía, amigo, no creas que he olvidado que me debes una invitación frente a los mares de Ceuta, aquellos con los que tanto soñabas, aunque ahora estés en el otro lugar y no en este, no creas que te la perdono. Aquí o allí, para nosotros, los creyentes, no son más que dos realidades distintas pero nunca distantes, más temprano o más tarde volveremos a vernos y te pido a ti, que estás junto a la justicia de Dios, que creas también en la justicia de los hombres. Y que no olvides a tus amigos. Nosotros nunca te olvidaremos.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto