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OPINIÓN - VIERNES, 19 DE JULIO DE 2013

 
OPINIÓN / COLABORACION

Tafa Sodía: el último adiós a una leyenda

Por Nuria de Madariaga


Miles de personas bajo el sol de julio y una tibia brisa de levante en la despedida de un hijo de Ceuta, que siempre deseó descansar abrazado por su tierra. Tal vez recordando aquel bello epitafio de una tumba romana, donde la madre decía al hijo: “Que la tierra te cuide por mí”. Amigos de Tafa me refieren la inmensa emoción ante esa muchedumbre conmovida y me duele el corazón por no haber podido presenciar el entierro, aún en la distancia, tal y como presencié el adiós a su buen amigo el entrañable Karim Mohamed, la despedida a Mustafa.

Tafa Sodía que llevaba impresos en las pupilas los mares del Estrecho y en el corazón el canto de las gaviotas sobre las playas de Ceuta, Tafa que hoy pasea con su amigo Karim Mohamed por las playas del cielo, acompañado por los ángeles de Dios. Dicen que sus tres hijos pequeños no saben nada, pero los dos mayores sí saben lo sucedido y deben contemplar el dolor lacerante de la joven madre, tan buena y tan linda y de toda una familia rota por la pena. Al menos el inmenso consuelo de la religión palia en parte la desesperación, la fe en Dios y la certeza de que han sido muchos, centenares, miles, quien han lamentado profundamente tener que despedir a ese hombre especial que fue Tafa.

Una esquela en este Pueblo de Ceuta con los nombres de quienes nunca le olvidarán y además no les importa manifestarlo en negro sobre blanco y letra redondilla. Aquí estamos, para lo que sirvan mandar. Estamos y aún nos parece increíble y obsceno el que se haya asesinado a un hombre en el mes sagrado del Ramadan, demasiado repugnante como para que quepa en el corazón de un musulmán que se precie de serlo y se vista cada mañana por los pies antes de hacer los primeros rezos. Indigno y vil pecado que caerá sobre la cabeza de los partícipes directos o indirectos de la ejecución de una persona indefensa. Que la maldición de Dios caiga sobre ellos y que el agua que beban les sepa a sangre y en sangre se transforme la comida en sus bocas.

Duelo, conmoción y por mi parte en concreto la firme creencia de que, las palabras que la prensa ha puesto en boca del Delegado de Gobierno, que es un hombre de bien y para el que, como cristiano, la muerte de cualquier ser humano en esas circunstancias es una tragedia, las frases acerca del destino de los delincuentes y demás, no han salido del Delegado. Palabras seguro fuera de contexto o tergiversadas, porque en España siempre hemos tenido la generosidad y la grandeza de saber perdonar errores pasados y creer firmemente que cualquier ser humano, que cualquier hijo de Dios, puede rehabilitarse y cambiar. De hecho, los españoles que fuimos capaces de perdonar al presunto genocida Santiago Carrillo (yo jamás le perdoné y que la Providencia me perdone a mí) quienes fueron capaces de mirar hacia otro lado y presumir de mala memoria con los más de cuatro mil inocentes asesinados en Paracuellos del Jarama, entre ellos mi joven tío Lorenzo Iniesta, aquellos que permitimos ocupar un digno escaño en el Congreso al que estaba manchado de sangre hasta las rodillas, en una especie de ejercicio de caridad cristiana, nosotros no podemos hablar de “mafias” (mayormente porque no estamos en Sicilia donde en su idioma vernáculo parecen acabar todas las palabras en “u”) cuando nos estamos refiriendo a la víctima de un crimen abyecto que estaba en paz con la justicia.

Tafa Sodía era infinitamente buena persona, digno y merecedor de cambiar de vida y de ser respetado. ¿Alguien discrepa conmigo? Pues quien no esté de acuerdo que se joda, porque sus amigos vamos a defender la memoria de un padre que pudo cometer errores, pero que había saldado sus cuentas y a nadie debía nada.

Nada de confundir a víctimas con verdugos en este caso donde, al morir el hombre, ha nacido la leyenda y ya se está pensando en novelar una vida llena de errores, de aciertos, de sombras y de luces, presidida por un enorme amor a su familia y una aún mayor esperanza puesta en sus hijos, hoy huérfanos de un padre cuyo recuerdo y amor, esté donde esté, siempre les acompañará.

Tafa y Karim, amigos, las manos de quienes os recuerdan, en vuestras manos, que Dios os bendiga y que la luz os acompañe.
 


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