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OPINIÓN - JUEVES, 25 DE JULIO DE 2013

 
OPINIÓN / ANÁLISIS

¿Es la discriminación de las mujeres inherente al Islam?

Por Ramiro T.


La Coalición Caballas se ha visto obligada a rectificar su postura inicial de defensa de las palabras de Malik Ibn Benaisa, sabedores que hacerlo suponía atentar contra la legalidad vigente y por lo tanto, situar al Islám en el disparadero. Si seguían defendiendo que lo expresado por Benaisa era una exposición objetiva de los principios del Corán y por lo tanto “la doctrina del Islam” y no únicamente sus opiniones personales, estarían aceptado que el Islam es contrario a la Constitución y por lo tanto se encontraría fuera de los límites del Estado de Derecho. El propio Mohamed Alí dijo no estar de acuerdo con el planteamiento de los perfumes de Benaisa; “Mi mujer se perfuma, a mí me gusta que se perfume, no es una fornicadora y yo soy musulmán”, aseguó Alí que reclamó con sentido pacificador, pasar página. Un ejercicio de sensatez y cordura, aunque su ataque al PSOE está absolutamente fuera de lugar.

Pero la realidad es las religiones no se llevan bien con las mujeres, que viven en un estado de permanente minoría de edad, justificado por la apelación a revelaciones divinas, a preceptos inamovibles o a la supuesta voluntad del fundador. Apenas hay excepciones al respecto. A ellas no se les permite el acceso al ámbito de lo sagrado, que es una especie de sanctasanctórum al que sólo llegan los varones. No son consideradas sujetos morales con capacidad de actuar responsablemente. Su conciencia está sometida a las leyes religiosas. Su libertad se ve tutelada por los varones. Su sexualidad es controlada por una moral represiva impuesta por los clérigos y moralistas de vía estrecha.

Y, sin embargo, ¡qué paradoja!, las mujeres suelen ser las más fieles seguidoras de las orientaciones religiosas, las que más participan en los ritos sagrados, las que inculcan con más tesón los sentimientos religiosos a sus hijos e hijas, las que de manera más eficaz ayudan a mantener intactos los sistemas de creencias religiosas y las que más contribuyen a reproducir la organización patriarcal de las religiones.

El islam es una de las religiones más cuestionadas por su carácter patriarcal y androcéntrico en sus textos sagrados, en la interpretación de los mismos, en la legislación y en la organización interna. Y ello en todos los ámbitos: el político, el religioso, el cultural, el familiar, el laboral, etcétera. En muchas de las sociedades musulmanas la situación de las mujeres no se caracteriza precisamente por su emancipación ni por la igualdad de derechos con los varones. Las demás religiones también suelen caracterizarse por una ideología y un funcionamiento patriarcales similares a los del islam, pero no son tan criticadas como éste.

La pregunta es si la discriminación de las mujeres resulta inherente al Islam. Ésa es, a decir verdad, la idea más extendida en el imaginario de Occidente. Y del imaginario se pasa fácilmente a convertirse en una tesis irrefutable. Pero las cosas no son tan simples. En el seno del islam se están desarrollando importantes tendencias feministas que cuestionan la interpretación patriarcal del Corán y la consideran contraria a la praxis del Profeta. Creen, más bien, que el Corán defiende la igualdad entre hombres y mujeres, y que, leído desde la perspectiva de género, es un importante instrumento a favor de la liberación de la mujer. Y no van descaminadas, aunque con todo, en el Corán hay restos patriarcales que defienden la superioridad del varón, su función protectora de la mujer y que vinculan la virtud de las mujeres con la devoción, la obediencia y la actitud sumisa hacia los maridos. En cualquier caso entienden que dichos textos discriminatorios no pueden considerarse normativos aquí y ahora.

Al expandirse el islam fuera de la Península Arábiga, se incorporaron costumbres discriminatorias de las mujeres contrarias al texto sagrado y se introdujeron en la Sharía (Ley Islámica). Es precisamente esta ley la que debe ser revisada -e incluso derogada-, a la luz de los derechos humanos y desde la perspectiva de género. En esa dirección va el feminismo islámico que lucha por recuperar la tradición igualitaria de los orígenes y por liberar a las mujeres de las costumbres patriarcales que tienen a las mujeres sometidas y excluidas de los espacios de responsabilidad en la religión, la cultura, la política, el ejercicio de la ciudadanía y la vida cotidiana. Tal sumisión poco tiene o nada tiene que ver con la religión.
 

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