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OPINIÓN - LUNES, 29 DE JULIO DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

La costumbre de ganar
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Nada más grato para mí que comenzar esta columna hablando de Héctor Núñez: jugador que fue del Valencia, entrenador destacado, y en posesión de una cultura que trataba de disimular más que exhibir. Conversar con el uruguayo era un placer.

Nos conocimos en el Instituto Nacional de Educación Física en Madrid. Donde hube de estar un mes concentrado para obtener el carné de entrenador nacional. Curso en el que él era profesor y, más aún, procuraba por todos los medios hacernos la vida más fácil a todos los aspirantes.

HN sabía de mi vida cual entrenador, hasta ese momento, y le agradaba sobremanera charlar conmigo. De ahí nació nuestra amistad. La cual no dejamos de alimentar, durante años, llamándonos con cierta regularidad para intercambiar impresiones.

En cierta ocasión, siendo él entrenador del Valladolid, le comenté, como quien no quiere la cosa, si era verdad que su salida del Atlético de Madrid se debió a sus malas relaciones con Luis Pereira. Ello propició que HN me respondiera con un ejemplo futbolístico.

-Vamos a ver, Manolo, el portero de mi equipo tenía la consigna de entregarle la pelota a los pies a un solo jugador de la defensa, aunque tuviera un rival a poca distancia. Navarro, que era el cancerbero, sabía que el único dotado para tal menester era Pereira. Y éste, creyendo que todos tenían que ser como él de bueno manejando el balón, ponía en aprieto a los demás. Sobre todo a Capón. A quien le pasaba el balón rodeado de contrarios. Dado que era reacio a cumplir mis indicaciones. Las discusiones se fueron produciendo y la cosa acabó como acabó.

Lección principal: no todos los jugadores valen para todo. Y el entrenador ha de imponer sus criterios tácticos acorde siempre con las cualidades de los futbolistas que entrena. Con el fin de sacarles el máximo rendimiento y si es posible que se acostumbren a ganar. La costumbre de ganar es lo mejor que les puede pasar a los jugadores. Las victorias son, además de gratificantes, bálsamo que todo lo cura.

Cualquier entrenador que se precie es consciente de que sus consejos serán mejor recibidos cuando el optimismo de los triunfos se respira en el vestuario. Las derrotas, en cambio, obligan al técnico a morderse la lengua hasta que los ánimos dejen de estar incendiados.

Uno equipo que tiene la costumbre de ganar y que con ella ha obtenido tres títulos de enorme importancia en su país y fuera de él, ha debido funcionar tan bien como para que el siguiente entrenador que llegue se limite a cambiar lo preciso, aprovechándose de la inercia de tan rotundos triunfos. De no hacerlo, puede que sea por mor de una soberbia que le induce a pensar que sin sus conocimientos el fútbol no sería nada.

Hablaba yo, días atrás, de Pep Guardiola y de cómo estaba amanerando al Bayern de Munich. Si antes lo digo, antes lo golea el Borussia Dormunt. Perder un título, el primero de la temporada, no ha de ser considerado ninguna tragedia. Pero sí debe comprender el entrenador más protegido del universo que enmendarle la plana a un triunfador, Heynckes, amén de ser acción desdeñable, es, sin duda alguna, síntoma de creerse el inventor del deporte rey.

Ah, bien haría Ancelotti en meditar acerca de si la posición de Ronaldo Cristiano es la más conveniente para que siga siendo un coloso. Ya que éste vive de sus goles. Los que el Madrid necesita.
 

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