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OPINIÓN - LUNES, 29 DE JULIO DE 2013

 

OPINIÓN / LA ZARPA

Apolíticos
 


Julio Basurco Díaz
opinion
@elpueblodeceuta.com
 

Cada vez que una persona me dice que es apolítica le lanzo la misma pregunta: “¿crees que la mujer tiene los mismos derechos que el hombre?”. Suelen responderme rotundamente que sí, a lo que les contesto: “de acuerdo, eso es una opinión política, no eres apolítico”.

Nadie es apolítico. Ser apolítico implicaría no tener ninguna opinión sobre nada, pues todo lo que nos rodea depende de decisiones políticas. En un mundo diseñado para vivir en sociedad, ser apolítico implicaría no pensar. Como escribía el otro día Jorge Moruno en su twitter, “tratar de despolitizar lo que es político no significa ser más sensible, supone no querer modificar las causas que originaron el problema”. Despolitizar lo político es el mayor acto político que puede existir y los que dicen ser “apolíticos” también hacen política. Son los mismos que dicen que no son ni de izquierdas ni de derechas. Los que afirman esto suelen ser, en la mayoría de casos, muy de derechas. Me explico. Vivimos en un mundo en el que la hegemonía del pensamiento, lo que guía nuestro sentido común, está en manos del pensamiento conservador, en manos de la lógica capitalista. Esta hegemonía es tal, que se ha logrado que lo que hoy es visto como “de izquierdas” o “rebelde” no sean más que las posturas “progresistas” del mismo sistema, posturas que en ningún momento cuestionan las relaciones de poder actuales. Todo lo demás ha sido, durante años, denostado y silenciado. La “izquierda” es la izquierda que está dentro de la derecha, no la que está en contraposición. Se ha llegado a un punto en el que la política es contraria al conflicto, cuando la política es, en su misma esencia, puro conflicto. Decir que se es “apolítico” es hacerle el juego al poder, ya que es al poder al que le conviene que las personas den la espalda a la política y se conformen con lo que hay, creyendo que no hay opciones de cambiar nada. Un “apolítico” es el ciudadano ejemplar para los totalitarismos y los gobiernos corruptos. Ya lo decía Franco: “haga usted como yo y no se meta en política”.

La otra noche tuve un encontronazo con una chica que se declaraba apolítica. Tan sólo dije que Venezuela no es una dictadura. ¿Su respuesta? Gritos e insultos. Curiosa apolítica. Sinceramente creo que, cuando menos, se nos debería permitir a los que pensamos que una democracia oficial, con sus elecciones y su Constitución discutida y elaborada por el pueblo soberano, es realmente una democracia, expresar nuestra opinión sin ser víctimas de la furia desatada y el odio irracional hacia lo desconocido de supuestos “apolíticos ni de izquierdas ni de derechas”, consumidores de la información manipulada e interesada de unos “mass media” propiedad de grandes corporaciones económicas. Me insultaron en una papelería por ofrecer datos sobre Venezuela y me insultaron la otra noche por intentar darlos. Tal vez sea mucho pedir un poquito de cordura entre tanta bilis.

Uno de los argumentos de esta chica fue decir que en las últimas elecciones venezolanas, uno de los municipios tuvo más votos que votantes, lo que evidenciaba fraude. No me dejó decirle que si hubiera tenido un poquito de interés se hubiese enterado de que aquello quedó aclarado, dejando en ridículo y como a un mentiroso al denunciante y candidato perdedor, Henrique Capriles. Evidentemente, sólo le había llegado la información de los medios de comunicación oficiales. Ignora que, si para estar informado de lo que pasa en España es recomendable buscar información alternativa, para informarse sobre América Latina es obligación hacerlo. Cualquier persona realmente interesada en lo que pasa allí lo sabe. Pero ella, como buena “apolítica”, no estaba interesada. Ella, simplemente, condena aquello que desconoce y que no tiene interés alguno en conocer (recordad, es “apolítica”). O lo que conoce a través del Grupo PRISA y de Mediaset, que viene a ser lo mismo.

Valorar la situación política de América Latina y la importancia de sus gobiernos de izquierdas sin hacer antes un análisis sobre la historia de esa región, el colonialismo, las injerencias, los golpes de Estado auspiciados o financiados desde Washington, el expolio neoliberal de las últimas décadas, la tremenda desigualdad (hablamos del continente más desigual del planeta), los medios de comunicación o la actitud histórica de sus oligarquías es, sencillamente, hablar sobre nada. Hay magníficos documentales en la red que pueden ayudar a comprender la realidad latinoamericana, aunque sólo sea para poder debatir con un mínimo de seriedad. “Memoria del saqueo”, “Cuarto poder: los medios en la sociedad de la información”, “La revolución no será transmitida”, “El bloqueo: la guerra contra Cuba” y “The war on democracy” son sólo cinco de ellos. Para iniciarse no están mal.

No se trata de ideología. El rigor y un mínimo de conocimientos sobre el tema son los dos únicos requisitos indispensables a la hora de iniciar un debate. De lo contrario, a lo único que puede acudirse es al insulto fácil, algo que parece estar a la orden del día entre los “apolíticos”. Si ven a uno, no intenten debatir. Huyan.
 

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