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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 31 DE JULIO DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Rajoy debe ser valiente
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Leyendo Sombras y Luces en la España Imperial, una vez más, cuando me toca adentrarme en el capítulo de la Inquisición, y sobre todo en lo concerniente a la cámara de los tormentos, donde se aplicaba el terror como sistema, por medio de tres tipos de tortura, el de la cuerda, el del agua y el de la garrucha, me entran sudores fríos.

De declararse culpable el reo de lo que se le imputaba, obtenía como premio de consolación la muerte antes de ir a la hoguera; de no ser así, pasaba por el quemadero hecho un eccehomo, pero consciente de que iba a ser achicharrado vivo.

Era la técnica del terror. Algo muy bien señalado por el hispanista Bartolomé Bennasar. Se trataba de asegurar la ortodoxia religiosa más estricta por la vía del terror. El inmovilismo ideológico. Que nadie se atreviera, ni remotamente, a innovar nada, a criticar nada, a generar ninguna duda. Y a este respecto, el terror era lo más seguro. A los inquisidores no les importaba ser amados; lo que les importaba era ser temidos. Y esa actitud se mantendrá a lo largo del siglo XV y perdurará aún más en el tiempo.

Pero había otro sufrimiento: en cuanto la víctima era apresada y encarcelada en las cárceles inquisitoriales, tenía muy claro que en cualquier momento podía abrirse la puerta de su celda para ser llevado a la cámara de los tormentos. Con lo cual, aunque eso no sucediese, mientras el acusado estuviera encarcelado, el temor le seguía atormentando. Era el temor imaginario, el sufrir con la imaginación antes de que llegara el tormento. Algo comprensible y por el que todos hemos pasado por cuestiones varias a lo largo de nuestra vida.

Es lo que les viene ocurriendo a no pocos dirigentes del Partido Popular con Luis Bárcenas, cambiando lo que haya que cambiar. Que se levantan todos los días pensando en qué habrá dicho de nuevo el ex tesorero que les pueda estropear su reputación y su vivir de la política durante el resto de sus días. Y todos ellos parece ser que se han juramentado para gritar: “¡No podemos vivir con miedo a qué dirá Bárcenas!”.

Ni que decir tiene que tales dirigentes andan con el miedo subido de tono. Y, debido a ese canguelo, las noches se les hacen eternas. Las pasan in albis. Y, sobre todo, se percatan cada día que en la calle se les mira con iracundia a la par que son acusados de chorizos a cada paso.

El miedo al que dirá Bárcenas, y que saldrá reflejado en un periódico de gran tirada nacional, hace que los miedos de la cúpula de Génova vayan adquiriendo tintes dramáticos. No en vano, amén del descrédito personal de quienes han sido amigos y protectores de LB, durante muchos años, están en juego las siglas de un partido cuyos cimientos perderían toda su consistencia si Mariano Rajoy no es capaz de darle la vuelta en su comparecencia, al efecto, a una situación que se está emponzoñando cada vez más.

Pero hay más: los políticos que dicen no haber visto un sobre en su vida, son los que están pidiendo a gritos que Rajoy llegue al Congreso armado de razones convincentes para echar abajo todas las denuncias del ex tesorero. De no poder hacerlo, bien le valdría al presidente reconocer culpas, pedir el perdón correspondiente y ponerse a disposición de los españoles. Quienes, a buen seguro, no le condenarían a la hoguera ni vivo ni muerto. Todo antes que seguir teniendo a los suyos sometidos al martirio de la imaginación. Por el qué dirá Bárcenas.
 

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