| 
                     Hace poco más de una semana, el 
					asesor del Ayuntamiento de Madrid y dirigente de Nuevas 
					Generaciones del Partido Popular, Ángel Carromero, condenado 
					a cuatro años de prisión tras el accidente de tráfico que 
					costó las vidas de Oswaldo Payá y Harold Cepedo en Cuba, 
					acudió a la cadena de televisión ultraderechista 
					Intereconomía a contar lo mal que lo había pasado durante 
					los meses que estuvo detenido en la isla. También volvió a 
					decir que era inocente y que no entendía las recomendaciones 
					de la Fiscalía y la Audiencia Nacional de no concederle el 
					indulto. Yo no voy a entrar en si Carromero es culpable o 
					no, ni tampoco voy a cuestionar que haya sufrido. De lo que 
					sí que quiero hablar es de algunos de sus acérrimos 
					defensores y de los motivos que condujeron al asesor 
					madrileño a pisar Cuba. 
					 
					En Intereconomía, Carromero afirmó lo siguiente: “yo fui 
					allí a ayudar a la oposición. En Cuba viven en una dictadura 
					comunista en la que oprimen al pueblo y yo fui a ayudar a 
					las personas que luchan por la libertad de los cubanos y 
					quieren democracia para Cuba”. Antes de que él mismo 
					vendiera en directo esta imagen de solidario luchador 
					internacionalista, Percival Manglano, ex consejero de 
					Economía y Hacienda de la Comunidad de Madrid, y el 
					periodista Hermann Tertsch, habían comparado por las redes 
					su caso con el de cualquier militante de izquierdas que en 
					los años 70 u 80 hubiese ido a Chile a combatir la dictadura 
					de Augusto Pinochet. Dando esta comparación como 
					equidistante, tanto Manglano como Tertsch afirmaban y 
					afirman que existe un doble rasero a la hora de juzgar: 
					mientras que con Carromero existen opiniones muy diversas, 
					todos apoyarían la lucha del segundo. Dicen estos dos 
					voceros de la derecha que esto denota hipocresía. No 
					entienden que lo que ocurre es que la pregunta no es la 
					acertada. No hay que preguntar lo que pasaría si en vez de 
					en Cuba todo esto hubiese ocurrido en el Chile de Pinochet. 
					Lo que hay que preguntar es: ¿hubiera ido Carromero o 
					cualquier otro cargo del PP a ayudar a la oposición en su 
					lucha por la libertad y la democracia en el Chile de 
					Pinochet? La respuesta a esta pregunta, sin duda, es un NO 
					rotundo.  
					 
					El Partido Popular bebe de las políticas económicas de 
					Thatcher y Reagan, dos dirigentes que siempre apoyaron el 
					régimen pinochetista, ya que fue en Chile donde, de mano de 
					los “Chicago boys” de Milton Friedman, se dio el pistoletazo 
					de salida al neoliberalismo económico. Al Partido Popular no 
					le molestan las dictaduras (de hecho, no ha condenado el 
					franquismo), sino los sistemas de izquierdas, 
					independientemente del grado de libertad de sus ciudadanos. 
					Si a Carromero se le critica es, precisamente, porque 
					pretendiendo aparentar que lucha por la libertad, en 
					realidad lucha por los intereses del PP, es decir, los 
					intereses del capitalismo global. Por eso apoya a la 
					oposición cubana y por eso nunca apoyaría a la oposición 
					chilena de los años 70. El PP sirve a los poderosos y 
					Pinochet servía a los poderosos; la revolución cubana se 
					rebeló contra los poderosos. 
					 
					En este artículo no voy a entrar a valorar el sistema 
					cubano. Si hay un lugar del mundo que requiere calma, 
					análisis y estudio para poder valorarlo, ese es Cuba, un 
					país al que la mayor potencia mundial lleva castigando más 
					de 50 años mediante sabotajes, atentados terroristas, 
					invasiones (Bahía de Cochinos), boicots, difamaciones y un 
					bloqueo económico con intención de “matar de hambre y 
					desesperación a la población cubana”. Lo que es obvio es que 
					Cuba no molesta tanto por sus defectos, sino por sus 
					virtudes. Lo que a Ángel Carromero, a Hermann Tertsch y a 
					Percival Manglano les irrita de Cuba no tiene nada que ver 
					con la libertad ni con la democracia. El Partido Popular 
					odia Cuba y la ataca cada vez que puede pero, en cambio, 
					jamás habla de dictaduras como la de Arabia Saudí, ni de la 
					opresión de Israel sobre la población palestina, ni de la 
					violación de Derechos Humanos en Marruecos, ni de los 
					asesinatos extrajudiciales en Colombia. Estos cuatro 
					Estados, estos cuatro ejemplos rápidos, no resultan 
					incómodos para los intereses económicos de la derecha 
					mundial; Cuba, sí.  
					 
					Algo curioso tiene aquella isla: hace que los que aquí jamás 
					mueven un dedo por los derechos de sus compatriotas se 
					vuelvan, de repente, abanderados de la libertad y los 
					derechos de los cubanos. Hermann Tertsch, cada vez que habla 
					sobre España, lo hace para apoyar los recortes y los ataques 
					del Gobierno a la vez que condena todo movimiento ciudadano 
					de protesta. Percival Manglano es el mismo que en un debate 
					le dijo a Julio Anguita que la democracia necesita “frenos”, 
					unos frenos representados en los denominados “mercados” y el 
					mismo que arremetió contra la ley de salario mínimo 
					afirmando que “si alguien quiere trabajar por sólo 400 
					euros, ¿por qué no dejarle?”, justificando así la 
					explotación laboral y el aprovechamiento de la necesidad 
					ajena por parte de empresarios sinvergüenzas. Esta es la 
					clase de gente obsesionada con Cuba y preocupada 
					constantemente por la libertad de los cubanos. Sólo de los 
					cubanos.  
   |