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OPINIÓN - JUEVES, 19 DE SEPTIEMBRE DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Monterilla
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Cuando callejeo hallo, a veces, a personas hablanchinas que no dudan en echar mano de dimes y diretes a los que suelo prestarles suma atención. Aunque luego, cuando llega el momento de analizar las habladurías o comentarios, todos ellos pasan por el filtro del conocimiento que uno tenga de quien los refirió y del valor que yo le dé a lo que se me ha contado.

El lunes pasado, sin ir más lejos, me tropecé con alguien cuya conversación resulta siempre grata y además nunca le he cogido en una mentira. Vamos, que no forma parte de la cofradía de los troleros. Por lo tanto, tras los saludos de rigor, como no podía ser de otra manera, lo dejé hablar sin cortes publicitarios.

De entre las varias cosas que decidió enterarme, una me llamó la atención, y no precisamente por ser la más importante, sino porque no sabía yo que nuestro alcalde, tan modosito él, era capaz de alterarse por una nimiedad y poner al autor de un dicho sin la menor importancia, como chupa de dómine.

Al grano: a nuestro alcalde le pone de los nervios el que servidor lo nomine, cada dos por tres, como monterilla. El que yo le diga monterilla, según me dice mi interlocutor, lo saca de sus casillas. Lo encoleriza. Lo incendia. Y si pudiera, en esos momentos, daría una orden de busca y captura contra mí. Si bien no se para en barras en cuanto a censurarme, amén de bisbisear maldades innombrables.

La persona con la cual hablo, quiere saber qué significa monterilla. Y las razones que tiene nuestro alcalde para ponerse hecho un basilisco en cuanto yo lo menciono así. Y lo primero que se me ocurre preguntarle es cómo es posible que Vivas, incluso poseído por un estado de histeria por la nominación, no haya dicho nunca el motivo principal de ese término que tanto le afecta. Mas mi conocido, a quien le tengo ley, no acierta a decirme nada.

Monterilla, me dirijo a la persona con la que dialogo, forma parte de una expresión que viene mucho en libros de frases hechas y refranes. Monterilla a secas –ese palabra con que yo vengo distinguiendo a nuestro alcalde- es la que le corresponde a todo alcalde del que hay que prevenir al pueblo. Prevenirlo porque puede estar ante alguien que, tras habérsele subido el cargo a la cabeza, comienza a dar muestras manifiestas de autoridad caciquil.

-¿¡Qué estás diciendo!?

-Sí te digo, amigo; y te digo más… Mira, voy a contarte el refrán completo: Título: Alcalde de Monterilla, ¡ay de aquel que por su acera pilla! Previene contra el autoritarismo caciquil, como el de aquel alcalde que, a despecho de la voluntad del padre de la novia, casó a ésta con un muchacho, y cuando el padre invocando el Concilio de Trento, se negó a reconocer la legitimidad del enlace, exclamó el de Monterilla: “Si es por eso, desde este instante queda derogado el Concilio de Trento”.

Nuestro alcalde lo es de una gran ciudad, sin duda alguna, pero la está gobernando como si fuera monterilla. Una pedanía en la que él hace y deshace a su antojo y pobre de quien se atreva a decirle que sus decisiones son cada vez más parciales. Verbigracia: dispensa trato de favor a sus amigos. No ha mucho vivimos una situación en la cual su proceder estuvo a punto de generar un conflicto grave. García Gaona, gracias a su amistad con el monterilla, se atrevió incluso a cambiar los estatutos de la FFC que le hubieran impedido facturar a Viajes Trujillo a todos los equipos de fútbol de la ciudad. De Urbaser… qué decir. Y así podría ir enumerando descabelladas actuaciones. Por las cuales yo decidí llamarle monterilla.
 

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