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OPINIÓN - DOMINGO, 22 DE SEPTIEMBRE DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Perdón por la insistencia
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

He recordado algunas veces, en esta página, la maravillosa respuesta del último rey portugués, Manuel II, cuando, habiendo preguntado el nombre del embajador hispano que había de recibir aquella mañana, el pudoroso ayuda de cámara no se atrevía a decírselo. Por fin, ante la insistencia del monarca, acabó cediendo: “No sé si debo, Majestad, pero se llama Raúl Porras y Porras”. Estos sustantivos nombran en portugués lo que cabe imaginar. El Rey, con una mueca de elegante contrariedad, se limitó a comentar: “Lo que molesta es la insistencia”.

Eso es lo que les ocurrirá a ustedes en cuanto vean que la columna vuelve a estar dedicada a la consejera de Presidencia y Gobernación. Pero la actualidad manda. Y Yolanda Bel, desde hace unos días, está acaparando la atención de todos los medios y, por tanto, de cuantos ciudadanos acceden a la información diaria. Es, sin duda alguna, el peaje que han de pagar los políticos, cuando son tachados de cometer posibles irregularidades en el desempeño de sus funciones. En ocasiones, la verdad sea dicha, las molestias que se les ocasionan son naderías si se las compara con los beneficios que obtienen yendo a gusto en el machito del ordeno y mando porque sí.

Yolanda Bel, que comenzó haciendo política en el PP cuando aún llevaba calcetines blancos de púber, ha mandado y sigue mandando mucho en su partido y en el gobierno. Y, siendo aún joven, es de los miembros más veteranos de los populares de Ceuta. Por tal motivo, y porque sabe lo que no hay en los escritos acerca de los entresijos del gobierno y del partido y de cuantos compañeros llevan años viviendo a la sombra del poder, no creo que haya nadie capaz de levantarle la voz ni de atreverse a sambenitarla. ¡Menuda es ella!

Ella, YB, que bien pudo vestir el hábito de cualquier congregación, especialmente de las ursulinas, que le iba muy bien con su carácter, se dio cuenta, a edad temprana, que su vocación política era tan manifiesta como convencida estaba de que acabaría siendo incluso alcaldesa de su pueblo. Y todavía, cuando se levanta cada mañana, sigue aspirando a que se haga realidad su deseo. Lo cual no deja de ser un anhelo legítimo.

Pero ella no sabe, o no quiere darse cuenta, que nuestro alcalde está al tanto de sus pretensiones. Y lo está desde hace ya la tira de tiempo. Y, dado que es taimado y disfruta de lo lindo desbaratando castillos de arena, vive entusiasmado con la idea de que, más pronto que tarde, la niña, que llegó a la sede de Real 90 con calcetines adolescentes, se pegue un trastazo que la devuelva a la dura realidad. Y a fe que ha estado ya varias veces a punto de dejarse sus ilusiones políticas y sus aires de gobernanta cruda y dura, en la cuneta de los desencantos.

José Antonio Carracao, que se ha convertido en la mosca cojonera de Vivas, la ha señalado, fechas atrás, con el dedo por mor de darle el visto bueno a unas facturas fraccionadas a favor de una empresa a la que tildan de no cumplir siquiera con los requisitos adecuados. Y se ha armado la de Dios es Cristo. Y, claro, nuestro alcalde ha proclamado, a los cuatro vientos, que él pone la mano en el fuego por la niña Yolanda.

Cuando son las cinco de la tarde de un sábado, que es cuando escribo, y no hallo ni rastro de su anunciada comparecencia ante los medios. Por ningún sitio. ¿Por qué será?
 

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