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                     Dicen los partidos políticos que 
					la ‘ley Wert’ será derogada en cuanto el Gobierno actual 
					pierda su mayoría absoluta. La frase me recuerda a aquella 
					otra pronunciada por Manuel Fraga sobre la LODE: “Es 
					una ley que en cuanto tengamos mayoría suficiente 
					derogaremos para hacer una legislación acorde con la defensa 
					de la tradición familiar”. Lo dijo en diciembre de 1983. 
					 
					Al lado de colegiales y padres de familia, en las 
					manifestaciones de los días 16, 17 y 18, del citado mes, se 
					vieron los blancos griñones y los severos hábitos de algunas 
					monjas temerosas de que, si era aprobado el proyecto, éste 
					acabara obligándolas a cerrar sus centros de enseñanza. En 
					las calles españolas los manifestantes gritaban el siguiente 
					pareado: “Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura 
					Maravall”. En síntesis: la LODE (Ley Orgánica de 
					Enseñanza) pretendía regular la enseñanza general básica, 
					por un lado, y el régimen de los colegios privados por otro.
					 
					 
					En fin, válgame lo dicho para hablar de aquellos años donde 
					los problemas escolares estaban a la orden del día en casi 
					toda Europa. No sólo en una España que empezaba a coger el 
					paso de las directrices marcadas por un Gobierno socialista 
					que irrumpió en escena con enormes bríos y con apoyos 
					multitudinarios. Tantos que a Emilio Romero se le ocurrió 
					decir: “Como sigan así las cosas, el socialismo puede 
					convertirse en un ‘franquismo moderno’, pero la gente 
					–lógicamente- llama felipismo”. 
					 
					De los problemas escolares leí yo algo en aquel tiempo. 
					Recuerdo que en uno de mis viajes futbolísticos, 
					concretamente a Jaén, descubrí en una de sus calles un 
					mercadillo donde se vendían libros. Y muy pronto se me vino 
					a la vista un ejemplar revestido de rojo. “Vivir con 
					adolescentes era su título”. Y su autor era Martin 
					Herbert. Me leí el libro en nada y menos. Y decidí, 
					además, tenerlo siempre a mano. Así que lleva ya la friolera 
					de 30 años situado en la mesita de apoyo que tengo en mi 
					sala de lectura y escritura. En él se hace un estudio 
					exhaustivo de la adolescencia. Y cuenta con 20 páginas donde 
					se ahonda en el éxito y el fracaso de la educación. 
					 
					No soy yo, por haberme leído este libro, la persona más 
					indicada para opinar acerca de los continuados fracasos de 
					las leyes educativas que se han venido aprobando durante 
					años. Pero creo que hay algunos párrafos pertenecientes a 
					“Vivir con adolescentes” que bien podrían interesarles a 
					profesionales de la cosa. He aquí uno: “La educación formal 
					masiva ha creado graves problemas de metas vitales en los 
					adolescentes que sufren incapacidades de aprendizaje. Para 
					los alumnos que logran éxitos académicos, el centro docente 
					constituye un puente entre el mundo de la niñez y el mundo 
					adulto. Para los niños que no quieren aprender o que son 
					incapaces de conseguirlo, el centro de enseñanza es un lugar 
					donde probablemente va a dar comienzo la batalla contra la 
					sociedad. Y es que hay jóvenes que en su vida se 
					desenvuelven bien, o razonablemente bien, antes y después de 
					los años de escolarización, pero que durante estos años –por 
					razones muy diversas- son considerados como incompetentes o 
					escasamente adaptados. En cambio, muchos niños que se han 
					visto condenados en la escuela experimentan una gran 
					liberación cuando ingresan en el mundo adulto y tienen que 
					ganarse la vida o sostener una familia”. En las escuelas 
					tampoco se enseña a sobrellevar el ocio impuesto. O sea, el 
					paro. Recomiendo la lectura del libro a los profesionales de 
					la enseñanza. A lo mejor les vale de algo. 
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