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sociedad - MIÉRCOLES, 16 DE OCTUBRE DE 2013


musulmanes. archivo.

fiesta del sacrificio
 

El calendario lunar vuelve a fijar la Fiesta Grande de los musulmanes

La fiesta del cordero o del sacrificio, tiene sus
origenes en la historia de Abraham, que, acudiendo a obedecer a Dios, quiso sacrifificar a su hijo, pero en su lugar Dios le ofreció un cordero
 

CEUTA
El Pueblo

ceuta
@elpueblodeceuta.com

El islam, la tercera gran religión monoteísta surgida después del judaísmo y el cristianismo y que practican unos unos 1.200 millones de personas en todo el mundo, celebrará hoy su día grande: la Fiesta del Sacrificio o Eid El Adha, en recuerdo del cordero que Abraham degolló como sacrificio a Dios en lugar de su propio hijo. Todos los años por estas fechas, es decir, el día décimo del mes lunar del Dualhuya, los padres degüellan un cordero o un animal macho que se prepara y come en familia. Es el principal rito de unas celebraciones que se prolongan varios días.

Se trata, sin duda, de la mayor celebración del calendario lunar musulmán, que conmemora aquello que cuenta el Antiguo Testamento de que el profeta Abraham (Ibrahim para el islam) debía sacrificar a su hijo Isaac (que según el Corán era Ismael) para mostrar su total sumisión a Dios, como la divinidad le había ordenado, pero en el momento de realizar su gesto, Dios paró su mano y le ordenó ejecutar en su lugar a un cordero, razón por la cual la celebración se denomina Fiesta del Cordero, la cual ha traído a Ceuta unos 5.000 corderos para que los ciudadanos musulmanes de la ciudad de las cuatro culturas puedan llevar a cabo su gran celebración.

La festividad, conocida también como la Pascua musulmana, tiene lugar al término del peregrinaje anual a La Meca, lo que constituye una de las obligaciones que todo buen musulmán debe efectuar al menos una vez en su existencia.

A partir del momento en que Abraham recibió la orden de canjear un cordero por la vida de su hijo, quedó establecido que en la religión musulmana no habría sacrificios humanos. Y quedó confirmado que Ibrahim buscaba sinceramente a Dios siguiendo a su corazón y apartándose de los ídolos, así como que habría de fundar un templo, la Kaaba, que lo levantaría con sus manos, ayudado por su hijo y que el creyente debe ser humilde y entregado.

En ese día, los musulmanes que han acudido a La Meca concluyen los ritos de su peregrinación y, después de la oración especial, sacrifican al borrego –o, más moderno: pagan para que un matarife cualificado haga el trabajo de matar al animal, un cordero–.

A pesar de los altos precios de estos animales en la mayor parte del mundo musulmán –por ejemplo, en Túnez oscila entre los 100 y 200 euros, y en Argelia es superior a los 250-, los corderos son sacrificados al concluir el rezo de la mañana y, en su mayor parte, las familias recurren a matarifes que recorren las calles con sus instrumentos para ofrecer sus servicios. La matanza se hace siguiendo el rito Allah, que establece que el matarife debe hacerla con un cuchillo santo, según marca la tradición.

La alegría es doble: por la fiesta en sí misma y por haber terminado el hach, una empresa ardua, un viaje al fondo de uno mismo, al comienzo de la vida, tal y como la conocemos, en el valle de Arafat, una planicie en la que cuentan se reunieron Adán y Eva después de haber vagado por el planeta 200 años tras su expulsión del Paraíso entre los ríos Tigris y Eufrates.

También es un viaje al final de los tiempos, borrada toda señal de identificación, cada ser humano anónimo confundido en la multitud, que vive el momento del encuentro.

Del resto de los musulmanes, alrededor de mil dosicentos millones alrededor del mundo, sólo unos pocos de cada zona peregrinan a los Santos Lugares cada año. Los demás, celebran en sus casas esta fiesta y acuden a las mezquitas para la oración y luego, los que pueden hacerlo, sacrifican y celebran una comida a la que se invitan mútuamente.

Es una celebración sobria y honda; una fiesta reconfortante en la que cada creyente bebe el agua de la vida y se esponja con ella y recapitula sus actos y sus intenciones para impregnarse de las nobles cualidades de Ibrahim, a quien se conoce entre los musulmanes como el amigo íntimo de Allah, porque, según la fe, sus miembros físicos y sus facultades están impregnados de lo Absoluto. Se podrían resumir sus cualidades en una fundamental: no poner trabas a la voluntad de Allah, dejarse atravesar por Él como el cauce de un río por el agua y llenarse de su designio hasta la identificación. Ibrahim, el amigo íntimo, hanif, sometido, es el ejemplo perfecto que se propone en esta hora del Id al Kabir, la fiesta mayor, que festeja el establecimiento de la ley que protege la vida humana y la fusión del ser puro del hombre con sus anhelos de perfección

El musulmán acude a la oración tras haber hecho la ablución mayor o gusl y haberse ataviado con su mejor ropa, limpia y perfumada. Recita unos versículos que sólo se cantan durante las dos fiestas anuales. Los musulmanes recitan y recitan hasta que el imam dirige la oración que excepcionalmente se encabeza con siete takbir. Dos rakás. Después, unas palabras de saludo por parte del imam a los miembros de la comunidad presentes. Por último, se disuelve la reunión y los asistentes se saludan y abrazan en señal de hermanamiento y se felicitan por la fiesta. Hay una alegría contenida, un suave perfume a flores, sosiego y reminiscencias de rasgos atávicos, perennes y nobleza recibida del amigo íntimo como legado.

Luego, ya en casa, tras colgar al cordero con la cabeza mirando a la Meca y rezar unos versículos del Corán, se degüella al animal. La fiesta dura dos días enteros y es habitual también que se ofrezca a los niños vestimentas y zapatos nuevos, lo que puede suponer una verdadera sangría económica para las familias. La matanza se acompaña del consumo de copiosos asados que, presumiblemente, hacen de estos dos días las jornadas en las que el musulmán hace acopio de cantidades exorbitantes de proteínas. Es habitual que una parte de la carne no consumida durante el Aid sea donada a los pobres, bien de una forma directa o a través de instituciones reconocidas. En Argelia existe también la costumbre de acompañar los asados con el buzeluf, una preparación al horno de la cabeza de los animales sacrificados.

En Ceuta, serán mas de 5.000 los ejemplares sacrificados para unos 30.000 creyentes.

En Andalucía, miles de musulmanes celebran también la fiesta. En Granada son unos 15.000 los musulmanes que celebrarán el Eid el Adha, lo que implica el cierre de los numerosos establecimientos regentados por musulmanes en la ciudad de La Alhambra. Y en Málaga se calcula que son 50.000 las personas que conmemoran la festividad, que se ve dificultada por la falta de permiso laboral.

Además de la tradicional comida, hoy es el día en que los peregrinos varones se cortan el pelo, incluso se lo rapan al cero, con el mensaje de que comienzan una nueva vida en la que en adelante se les llamará hach (peregrino). Y luego, el peregrino que se ha deshecho de su cabellera, se deshace también de su ropa sucia, se ducha y se pone una túnica nueva, mientras intercambia felicitaciones con amigos y vecinos.

El cordero, claro está, lo vive desde otro ángulo, inconsciente a su suerte, pero su inevitable destino no es en vano, ya que no queda desperdicio de lo que antaño fue una vida de tranquilidad y ricos pastos de las Montañas de los que alimentarse a salvo de otros depredadores. El cordero o borrego apenas tiene tiempo de lamentar su sino tras verse sorprendido por el cuchillo que lo degolla rápidamente, si el matarife es eficaz, como así debe ser.
 


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