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OPINIÓN - DOMINGO,20 DE OCTUBRE DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Petardo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El viernes, nada más empaparme del discurso de nuestro alcalde en la sede de su partido, dije para mí, este hombre puede que se haya levantado esta mañana adoleciendo de desvarío. De no ser así, jamás se le habría ocurrido desbarrar de la manera que lo hizo y ante una comitiva gaditana que lo habrá analizado con el cachondeo típico de una tierra donde se suele chirigotear hasta con el hambre.

Pronto me hice a la idea de que el disparatar de nuestro alcalde, ya que es persona que se ha distinguido siempre por ser melindrosa, podría causarle un deterioro enorme. Ya que no es lo mismo figurar como político que muestra delicadeza afectada en palabras, actitudes y gestos, que exponerse a que los invitados gaditanos se hubieran acordado de que en Cádiz chufla es un palabro que le viene como anillo al dedo a quien perora de forma chabacana.

¡Ese es un chufla!, dirá en cualquier momento uno de lo políticos gaditanos que estuvieron de excursión el viernes pasado en Ceuta, cuando decida, vaya usted a saber por qué, referirse a nuestro alcalde. Y cualquiera que conozca a nuestro alcalde, por ejemplo servidor, no dudaría en responder que la primera autoridad de Ceuta no es ‘persona vulgar, que vale poco’, de ningún modo. Sino que ese día, es decir, el viernes, 18 de octubre de 2013, sufrió una rabieta. Y ya sabemos cómo se las gasta el español, sobre todo los bajitos, cuando no se cumplen sus deseos.

Sobre todo un español que lleva cantidad de años gobernando la ciudad, como es el caso que hoy nos ocupa, mediante la consecución de mayorías absolutas, y a quien la gente le hacía la ola por la calle y él respondía a tanta entrega con hechuras de nipón de tronío. Mas lo mismo que no hay mal que cien años dure, tampoco es posible estar tanto tiempo en la cresta de la ola. Y, claro, cuando nuestro alcalde se ha percatado de que su popularidad empieza a desplomarse, porque han sido muchos los desatinos que ha cometido, en vez de aceptarlo, con esa humildad tan cacareada por él, ha metido la pata hasta el corvejón.

Tan grave ha sido su actuación en la sede del PP, en el acto celebrado el viernes pasado, que a partir de ahora le va a costar a nuestro alcalde un bledo y parte del otro convencer a la gente de que no era fingimiento su modo de ser moderado, sobrio, templado, sensato, tolerante, discreto y poco dado a las interjecciones como arma predilecta para desahogarse contra quienes él piensa que lo están maltratando. Un horror.

En suma: que nuestro alcalde ha pegado un petardo superior aún al que dio Cagancho en Almagro. Que, por lo que cuentan los revisteros taurinos de la época, hubo de ser escandaloso. Y es que semejante fracaso no entraba en los cálculos de nadie. Ni siquiera de los que estaban deseando ver a nuestro alcalde hablar con voz opaca contra sus enemigos. Los que él se ha inventado. Que en este caso me imagino que no pertenecerán a ninguna logia. Es lo que faltaba.

Nuestro alcalde, no sé si incitado por alguien cercano a él, y cuya estima a nuestra primera autoridad pongo en duda, quiso dar un golpe de autoridad. Y decidió, tras ponerse de puntillas en su estrado, acoquinar a todas las personas que no le doran la píldora. Y cometió un error imperdonable. De ahí que uno, que sigue apreciando a nuestro alcalde, no dudó en pedir censura de sus declaraciones en este medio. Pero está visto que a mí no me hacen el menor caso en sitio alguno. Pobre de mí…
 

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