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OPINIÓN - DOMINGO,20 DE OCTUBRE DE 2013

 
OPINIÓN

Miscelánea semanal

Por Manuel de la Torre


LUNES 14.

Un profesor de instituto, que es lector de lo que escribo, se topa conmigo en mi barrio y nos ponemos a charlar. Todo el tiempo que nos permite mi perro. Que es tan acaparador como para mostrarme sus muestras de repulsa cuando me paro a hablar con alguien. Hoy, sin embargo, ha estado más condescendiente. Tal vez porque le cae bien mi interlocutor. Así que nos ha permitido cierto tiempo de parlamento. El profesor, que es además muy aficionado al fútbol, me pregunta de sopetón: “¿Cómo tratabas tú a los jugadores que te rendían poco?”. Pregunta planteada con habilidad para ponerme a prueba. Pero que no me arredra responderla. Vamos a ver, Fernando, los jugadores que no rendían en la medida que yo deseaba, no carecían de mis palabras elogiosas, ni de mi aliento, ni mucho menos de la ayuda que necesitaban. En suma, les prestaba toda la atención posible. Para que no se sintieran discriminados. Aunque a su vez no cejaba en mi empeño de convencerlos de que gozaban de cualidades suficientes que debían ponerla al servicio del equipo. Por más que a ellos les desagradara esa idea. Muchos futbolistas aprendieron la lección y acabaron triunfando. Otros optaron por quedarse a medias. Con el paso del tiempo, pude hablar con algunos de ellos y me confesaron que prefirieron recibir mi reprimenda, cuando se encartaba, antes que no haber sido tenido en cuenta por mí. Lo que me recordaba, sin duda alguna, las palabras de aquella actriz que sostenía: “¡Prefiero la mala publicidad a que no se me conceda ninguna publicidad!”. Lo que se transforma en lo siguiente: “¡Prefiero recibir una atención negativa –una reprimenda- que no recibir ninguna atención!”. Mi estimado Fernando, que las coge al vuelo, se pone en su lugar de profesor, que lo es y bueno, según sé de buena tinta, y me pregunta si ello es trasladable a la enseñanza. Y a mí se me ocurre meterme en camisa de once varas: “En determinados alumnos la atención del profesor, cuando asume la forma de críticas y de gritos, puede reforzar su conducta conflictiva, aumentando la probabilidad de que incida. Es, según tengo entendido, menos probable que provoque este efecto indeseable si se transforma en amonestación leve; una advertencia serena, apena susurrada, para no colocar al alumno en el foco de la atención de sus compañeros de clase”. “¿De verdad lo crees así, Manolo?”, me pregunta Fernando. “No. Pues actuar así no garantiza tampoco el éxito deseado”. Y ambos coincidimos en que mandar es muy difícil. Enormemente difícil. Y qué decir de enseñar…

Martes. 15

Se me pregunta por la derrota del primer equipo de la ciudad frente al Cabecense. Algunos quieren saber si es verdad la influencia que tuvo el árbitro onubense en el partido. Influencia contraria a los intereses del equipo entrenado por Asián. Y mi respuesta es que sé lo que he leído al respecto. Nada más. Luego no tengo el menor inconveniente en decir que el Ceuta está condenado a padecer arbitrajes dañinos. Y explico los motivos así por encima. Para que no me tilden de ver fantasmas donde no los hay. No vaya a ser que me suceda igual que cuando se opina del periódico. Pues en esta ciudad hay con frecuencia épocas en que no se puede escribir sin peligro, ni siquiera callar sin peligro. Épocas, que se reiteran, en que si uno escribe a favor de la estúpida corriente, lo tienen por tonto; y si escribes en contra de ella, se da de manos con la inquisición: esta ciudad acostumbra a que las personas destaquen a fuerza de persecuciones.

Miércoles. 16

Ayer martes me tocaba acudir a los sitios donde se suelen formar corrillos y los comentarios se suceden sin solución de continuidad. Pero en el último momento decidí quedarme en casa. Ya que los días festivos, salvo raras excepciones, no me gustan para dar barzones por el centro de la ciudad. Así que lo hago hoy. Se habla de la selección española y, en un momento determinado, suena el nombre de Vicente Del Bosque y surgen los problemas que se está creando a la hora de elegir al portero titular del equipo que representa a España. Y a mí sólo se me ocurre responder que nuestro marqués acabará de la misma manera que lo hizo el asno de Buridán. Paradoja que le viene que ni pintiparada al seleccionador. Luego, tras comentarios sobre otros asuntos de actualidad, como es lo que piensa José María Aznar acerca de la forma de gobernar de Mariano Rajoy, alguien dice que está deseando que llegue el jueves para comprobar si Juan Luis Aróstegui es capaz de responder a cuanto dijo de él el presidente de la CECE, Rafael Montero Ávalos. Cuando se me inquiere, contesto sin tomarme ni un segundo de reflexión: quien más manda en Caballas, Aróstegui, no hará otra cosa que no sea bajar la cerviz. Lo cual no quita para que la emprenda contra sus viejos fantasmas…

Jueves. 17

Los viejos fantasmas de Juan Luis Aróstegui son haber pertenecido a una familia de derechas de toda la vida. Haber crecido rodeado por personas a las que la España de Franco les parecía la ideal. Por más que el Caudillo carecía de ideales. Y es que éste nunca tuvo un ideario político coherente, fuera de los simples principios castrenses de austeridad y de disciplina, unidad y engrandecimiento de la Patria, cuya célula básica es la familia. Posiblemente, aborrecía más el liberalismo que el comunismo. Y, por supuesto, tenía un mal concepto de los carlistas. Ya que sus simpatías estuvieron siempre con Alfonso XIII. No obstante, durante el gobierno de Franco, los carlistas, como el resto de españoles de cualesquiera ideas y condición, tuvieron que tragar con lo que había para seguir subsistiendo. Con lo cual conviene no perder el oremus cuando se habla de pasado tan reciente. Y muchos menos martirizarse porque nuestros mayores dijeran sí a todo cuanto ordenaba aquel régimen. Pero Aróstegui, Juan Luis él, parece afectado porque los suyos salieran adelante sin haber movido un dedo contra el poder establecido. De no haber sido así, él posiblemente no estaría ahora mismo disfrutando de la condición social que tiene. Mas nuestro hombre, en cuanto está en desacuerdo con algo, más bien con todo lo que no sea rentable para él, repite como un papagayo que todos los ceutíes son racistas y fachas. El adjetivo facha, calificativo menospreciante, derivado de fascismo, no se le cae de la boca. Y lo ha vuelto a emplear en su escrito de hoy. En vez de responderle, como le tocaba, a quien días antes lo había puesto a parir. Aróstegui, además de escribir como un funcionario con manguitos, ha demostrado que anda escaso de… bemoles.

Viernes. 18

Conocer el futuro y no poder hacer nada por evitarlo. A eso le llaman los griegos tragedia. Es la situación que están viviendo 12 millones de españoles. Porque ya son pobres. Muy pobres. Pero hay tres millones que aún lo están pasando peor: debido a que su pobreza es calificada de severa. De solemnidad, vamos. La situación de estas personas admiten un saco de palabras con el fin de describir una situación terrible y a fe que nos quedaríamos cortos. Podríamos catalogarla de infortunio, desdicha, catástrofe, calamidad, desastre… Entretanto, hemos de soportar las declaraciones de Emilio Botín, sacando pecho por el mundo: “Es un momento fantástico, llega dinero por todas partes”. Y todavía los hay que defienden su jactancia como necesaria para defender la marca España. La maldad, en ocasiones, se presenta tan diáfana que no se alcanza a comprender. Es lamentable, que deshabituada a rebelarse, la gente se someta tanto.

Sábado. 19

Lo dijo Karl Popper –filósofo- hace ya muchos años: que nuestras democracias “no son gobiernos del pueblo, sino de los dirigentes de los partidos”. Esto es una verdad como un templo, que ni siquiera con el paso de los años ha tenido solución. Lo que ocurre ya es que el pueblo español ya no es espectador de la sorpresa, como en los primeros años de una democracia que ilusionaba. Ahora se sabe mejor la lección. Ya no estamos delante de un pueblo sorprendido, sino que en buena parte conoce ya a sus personajes, lo que dan de sí, y sabe también que no hay más leña que la que arde. “Cuando un pueblo se acostumbra al pragmatismo y al obligado cinismo de los políticos, entonces la democracia se estabiliza y las sorpresas son menos”. De ahí que no me quedara pasmado cuando leía ayer lo que nos cuestan los componentes del Gobierno presidido por Juan Vivas. Por más que la cifra publicada sea mareante: 1.680.000.463 euros. Mi escepticismo, colosal en estos momentos, más que dramático, me ha salido burlón. Tal vez, porque, como dice el poeta, llorar a mares alivia un poco cuando se espera algo…
 

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