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OPINIÓN - MARTES, 22 DE OCTUBRE DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Ni mejores ni leales
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Hace más de un mes, hubo una celebración en el Hotel Tryp, en el salón de actos del edificio, a la que acudieron autoridades civiles y militares. Allí estaban todos los miembros del gobierno local. Con nuestro alcalde a la cabeza.

Aburridos de oír tonterías en el reseñado salón, tres concejales populares decidieron quitarse de en medio, durante cierto tiempo, y se vinieron a la sala de estar del establecimiento para largar a calzón quitado. Así me lo dijeron ellos.

Porque fue verme, hablando en recepción con un empleado, y les faltó tiempo para reclamar mi presencia. Y allá que me uní a ellos con la intención de saber cómo estaba el patio en aquellos momentos de confusión por culpa de la recogida de la basura.

Debo decir que se fueron de la mui sin miramiento alguno. Sin preocuparse lo más mínimo de que pudiera haber alguien con el oído presto. Y, sobre todo, mostraron una confianza ciega en mí. Ya que daban por descontado que nunca sus nombres saldrían de mi boca.

Apenas llevábamos unos minutos charlando, cuando uno de los concejales me hizo la siguiente pregunta: “¿Te fiarías tú de Vivas si estuvieras en nuestro sitio?”. “A mi edad, yo no suelo fiarme ya ni siquiera de quienes han dado muestras evidentes de ser creíbles”. “Es digno de crédito el que tú llamas nuestro alcalde”, dijo otro. “Para mí no. Pero ello es algo que lo deduje hace bastantes años. Quizá porque a mí nunca me fue bien relacionarme con él. Y no será porque no he hecho de tripas corazón para ver si podía cambiar la situación”. El tercer concejal fue más lejos y no dudó en describir a JV como hombre de natural desconfiado, suspicaz y vengativo. Y se refirió a él como alguien que ha llegado a un punto en el cual mira por encima del hombro a los débiles y se cuadra ante los poderosos.

A mí, lógicamente, se me ocurrió inquirir las razones que tenían ellos para permanecer en un gobierno a cuyo frente estaba una persona a la que no apreciaban mucho. Pregunta edulcorada para no herir susceptibilidades.

Y las respuestas fueron tibias. Y es que no podían ser de otra manera. Lo que no les dije es que había que tener muchas ganas de ser concejal como para formar parte de un equipo de gobierno presidido por un alcalde-presidente al que se detesta. Ya que me parecía ahondar en una herida que ya sangraba lo suficiente.

Ahora bien, como uno tiene la funesta manía de pensar, no pocas veces he recapacitado sobre aquella conversación en la sala de estar del Tryp, con el fin de llegar a una conclusión de lo hablado aquel día con tres concejales del partido gobernante. Y lo primero que se me ha ocurrido es lo siguiente: El mejor líder es el que se rodea de gente más competente, no más leal.

En el caso que nos ocupa, el líder no solo ha incumplido esa regla, sino que además varios de sus posibles leales se han convertido en enemigos acérrimos de él. Y debe de haber más. De ahí esa preposición que delata mis dudas. Y es que uno, después de ver tantas traiciones, ha llegado a tal extremo de incredulidad que todo lo pone en cuarentena.

A mi desconfianza he decidido llamarla escepticismo, que suena mejor. Y ya sabemos lo que cuesta convencer de algo a un escéptico. Máxime cuando ha vuelto a sufrir la persecución de quien ya en otras ocasiones dio muestras evidentes de hacerlo sañudamente contra quienes más hicieron por él. No es de fiar.
 

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