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OPINIÓN - VIERNES, 1 DE NOVIEMBRE DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

El ocaso de nuestro alcalde
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Doce años lleva nuestro alcalde dirigiendo los destinos de esta ciudad. Que ya son años. Y le ha cogido tanto gusto al cargo que ha empezado ya a hacerse el artículo para que lo elijan otra vez. Nuestro alcalde ha comenzado ya su campaña electoral. Con tanta antelación como con ganas de amedrentar a quienes pongan en duda que él ha nacido para conducir a este pueblo por la senda del bien.

Nuestro alcalde, que tantas veces se ha distinguido por criticar el maniqueísmo, no ha tenido el menor reparo, últimamente, en propalar que los malos de esta ciudad son los que han emprendido una campaña de descrédito contra él y los suyos. Los suyos, liderados por él, son los buenos; los malos, en cambio, son personas detestables, rebosantes de rencor y contra las que tomará las medidas oportunas por ser todas de baja estofa moral. Así que la división entre buenos y malos está ya servida. Y es que no hay nada como evolucionar: ¿verdad, alcalde?

La evolución de nuestro alcalde no ha reparado en algo que es de cajón: que hay innumerables votantes que llevan ya mucho tiempo padeciendo de hastío del hábito. Es decir, de verle a él tantísimo tiempo sentado en una poltrona desde la que ordena y manda premiar a sus amigos a la par que es partidario de darles por retambufa a quienes no doblen la cerviz ante su presencia. Y éstos han empezado a tomar sus precauciones.

Por consiguiente, en vista de que nuestro alcalde se ha precipitado en principiar su campaña electoral, tanto anunciando obras faraónicas como discurseando sobre los malvados que tratan de apartarlo de la vida política, lo que ha conseguido es que sus absurdas declaraciones se hayan convertido en un auténtico bumerán.

Conque ya se habla de que Vivas se ha hecho acreedor a un voto de castigo; de su enorme desgaste; de sus líos administrativos; de la cantidad de personas que ha dejado en la estacada y, naturalmente, de que su decadencia como político es evidente y que se ha iniciado su cuesta abajo. Lo siguiente es que se le pierda el respeto.

Días atrás, disfrutando de un café en la terraza de una cafetería situada en la avenida López Sánchez-Prado, fuimos seis las personas que estuvimos charlando durante una hora. Debo decir, cuanto antes, que todas eran votantes del PP y hasta dijeron haber tenido a Juan Vivas situado en el altar de sus predilecciones políticas.

Pues bien, abierto el debate de lo que viene sucediendo y, sobre todo, de la absurda salida de tono de nuestro alcalde cuando lo de la reunión interparlamentaria (o sea, aquel día en que la alcaldesa de Cádiz le hizo una higa al alcalde de Ceuta y le envió a cuatro secundarios de la política andaluza, para que le regalaran el oído), alguien se expresó de tal guisa:

-Mira, Manolo, aquí lo que empieza a cundir es el desencanto. Estar desencantado es una postura atractiva e incluso elegante que supone haber optado durante años por la baza ganadora, al tiempo de mostrar a todos que lo que se rechaza es algo que pertenece ya a la historia. En este caso, la victoria de los otros no se producirá por más que los desencantados seamos muchísimos. No obstante, bien haría nuestro alcalde, como dices tú cuando te refieres a él, en darse cuenta de que está destinado a perder muchos votos. Prueba manifiesta de ese ocaso suyo. Que ha empezado ya.
 

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