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OPINIÓN - MARTES, 26 DE NOVIEMBRE DE 2013

 
OPINIÓN / COLABORACION

El Lazarillo, la caja B y el PP de Ceuta

Por Alejandro S.


El juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz ha confirmado la existencia “a nivel indiciario” de “una cierta corriente financiera de cobros y pagos” en el Partido Popular que habría sido utilizada para pagar al arquitecto Gonzalo Urquijo, que dirigió las obras de remodelación de la sede central de la formación, en la calle Génova de Madrid, entre los años 2005 y 2011. El magistrado señala que esta supuesta contabilidad B habría sido “continua en el tiempo” y se habría desarrollado “al margen de la contabilidad remitida por el PP al Tribunal de Cuentas”

Y es que muchas veces se ha presentado la corrupción, con toda su panoplia de episodios pintorescos en los que el corrupto agudiza el ingenio para maximizar su beneficio, como una continuación natural de la tradición recogida en nuestra novela picaresca. España es el país en el que se engendraron dos novelas admirables que marcan la esencia hispana: “Vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades” y “De la vida del pícaro Guzmán de Alfarache”. Los textos suponen el reflejo de una sociedad embriagada por bribones y truhanes, educados en la holgazanería de una clase dirigente que se resiste a la modernidad que, por aquel entonces, avanzaba imparable por casi toda Europa. España ha sido educada durante siglos en agudizar el ingenio y en dedicar horas de meditación con el fin de encontrar la fórmula con que sortear la ley. La picaresca es nuestra esencia y nos distingue con el adagio popular que debería de ser el lema de nuestra enseña nacional: “quien hizo la ley hizo la trampa”.

En Europa nadie se extrañó que la ministra de Educación y Ciencia alemana, Annette Schavan, tuviera que dimitir al invalidar la Universidad de Düsseldorf su título académico de doctora al haber plagiado su tesis, nada más y nada menos que 33 años antes. Este, el nuestro, sin embargo, es un país en donde la financiación ilegal de los partidos políticos no es un delito sino una infracción administrativa. Este, el nuestro, es el Estado de Guzmán de Alfarache, de Luis Roldán, de los Gürtels o de los ERES. Un país en el que nadie dimite porque ser pícaro es lo normal y forma parte de nuestra esencia. Cómo va a dimitir Camps por recibir cuatro trajes, cómo va a dimitir Ana Mato si el jaguar se lo regalaron a su marido, cómo va a dimitir Griñán si los mangantes estaban cuatro despachos distantes del suyo, cómo va a dimitir Yolanda Bel si contrató a dedo con Kibesan para que “comieran todos”, o cómo va a dimitir Juan Vivas si los pagados indebidos a Urbaser por más de 5 millones de euros solo son producto de un “pequeño error”.

De la picaresca a la delincuencia hay una leve línea que se cruza con habitualidad y aquiescencia, incluso, en este país, con el reconocimiento popular. Por eso no es de extrañar que hayamos pasado del Lazarillo de Tormes a lo de la presunta caja B del PP, atravesando Filesa, Malesa y Time-Export, sin que nadie, en esta cosa todavía llamada España, haya presentado una puñetera dimisión.

Cuando Bárcenas llegó hace 20 años a la sede nacional con una mano delante y otra detrás parecía estar siguiendo el consejo que Lázaro de Tormes recibió de su pobre madre: “Arrímate a los buenos y serás uno de ellos”. Y pronto debió comprender que la “bondad” de aquella organización no residía en su capacidad de generar propuestas idealistas o recetas pragmáticas, con el mismo desparpajo con que el ciego a cuyo servicio entró Lázaro dispensaba oraciones para los difuntos y remedios a las parturientas, sino en las inauditas oportunidades de utilizar todo el tinglado para su enriquecimiento personal.

El Lazarillo nos cuenta con regocijo cómo “el pobre ciego se abalanza como cabrón… da con la cabeza en el poste y cae luego para atrás, medio muerto y hendida la cabeza”. Esto ocurrirá tan pronto como el juez Ruz encuentre vasos comunicantes entre los sobresueldos, la financiación irregular del PP, las adjudicaciones de obra pública y el desvío masivo de dinero a las cuentas suizas.

Pero siendo todo ello muy grave, más aún lo es que ya no podremos mirar al PP de la misma forma en que lo hacíamos hasta ahora pues, como dice Wardropper del Lazarillo, las peripecias del tesorero y demás gurtélidos entre sus protectores y protegidos de la curia genovesa nos han mostrado “the seamy side of life”, ese “lado sucio y feo de la vida que de ordinario está oculto”.

Por cierto, ¿existirá ese lado sucio y feo en el Partido Popular de Ceuta? ¿habrá una caja B en el PP ceutí? ¿existirá en la sede de Ainara una cierta corriente financiera de cobros y pagos desarrollada al margen de la contabilidad remitida por el PP al Tribunal de Cuentas? Y de ser así, ¿quién es el ciego y quién el Lazarillo?

No hay peor ciego que el que no quiere ver. Tiempo al tiempo.
 

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