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OPINIÓN - JUEVES, 26 DE DICIEMBRE DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

El poder embrutece
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Parece que fue ayer cuando decidí tomarme un descanso merecido a la par que ustedes, mis lectores de siempre, disfrutaban de mi ausencia en este espacio, que suelo tener prestado por el editor. Y es que el cuerpo, compañero, necesita de vez en cuando que se le recete algo. El cuerpo y el espíritu, para el que, como decía un personaje novelesco de Camilo José Cela, no hay mejor medicina que una llamada presente. La medicina del minuto.

Recomendación que viene que ni pintiparada para días navideños donde mucha gente cae enferma de pasado y acaba en la consulta de especialistas de las dolencias del alma. Y qué decir del porvenir…, del porvenir, nada. Pues a ver quién es el guapo capaz de asegurarnos que los millones de parados dejarán de serlo antes de que lleguen las fiestas navideñas de 2014. O bien que la corrupción existente será atajada como corresponde a un hecho tan grave como el terrorismo. Incluso más. Lo cual no parece posible. Y no lo es, créanme, porque la corrupción, tal y como sucedía en el siglo VI, dejó en su momento de ser importante para ser considerada como un privilegio del poder.

España, actualmente, es un país donde el nivel de pobreza es altísimo y en el que políticos e instituciones están desacreditados en todos los sentidos. Los políticos honrados, que los hay, aunque son cada vez menos, no se hacen ricos; si bien son muchos los que aprovechan las facilidades existentes para hacer fortuna, y a fe que la consiguen.

Yo no sé si el poder, además de corromper, embrutece, debido a que la política es el mejor refugio de la gente mediocre. No hay más que ver el nivel de nuestros gobernantes y sus expertos asesores. Ejemplos tenemos muy cercanos. Tan cercanos que, en cuanto se les critica, tuercen el gesto y no dudan en bisbisear maldades contra quienes osan escribir sobre sus malas actuaciones o los errores de bulto que hayan cometido.

Por ejemplo: Yolanda Bel, consejera Presidencia, Gobernación y Empleo, y Secretaria General del Partido Popular, cada vez que se cruza conmigo, parece que ve al mismísimo diablo. Y su cara refleja la existencia de elementos de rencor, mortecinos pero latentes. Y si alguien que está viviendo de la política desde que era una niña no es capaz de disimular los sentimientos que uno le provoca, lo que mejor le vendría es retirarse a vivir a un lugar donde reine la misantropía.

En el caso de nuestra estimada YB, todo hay que decirlo, se da el caso de haber sido imputada por el ‘caso Kibesan”. Y bien haría en bajarse del pedestal de diva que se ha ido creando con el paso de los años. No vaya a ser que por el mero hecho de la imputación tenga que someterse al juicio de quienes parten el bacalao en la calle Génova. Lo cual está registrado en el Código de Buenas Prácticas de su partido. El que fue presentado, si la memoria no me falla, por la ministra Ana Mato.

En lo tocante a nuestro alcalde, mi consejo es el siguiente: antes de hacerse el ofendido -ante quienes no le bailamos el agua- le vendría bien saber que la “indignación moral es la estrategia típica para dotar al idiota de dignidad”.

En fin, que he vuelto a escribir en este espacio, después de casi cuarenta días sin hacerlo. Y es que el cuerpo, compañero, necesita de vez en cuando que se le recete algo. En mi caso, ese algo fue un descanso. El que también ustedes habrán agradecido. Sin duda alguna.
 

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