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OPINIÓN - MARTES, 31 DE DICIEMBRE DE 2013

 

OPINIÓN / LA ZARPA

La sal de la tierra
 


DICIEMBRE Basurco Díaz
opinion
@elpueblodeceuta.com
 

Tenía pensado escribir contra esa casta que baja salarios, recorta en derechos sociales y reprime con brutalidad a la vez que se cuelga medallas organizando mercadillos solidarios y posando sonriente junto a alimentos donados a Cruz Roja, pero he decidido que, aunque de forma diferente a la insultante campaña publicitaria de los de Campofrío, voy a mandar un mensaje esperanzador para el año que empieza. Voy a ser positivo, lo cual no quiere decir que tenga que ser un falsario estafador duermeconciencias, sino todo lo contrario. Empezaré siendo duro porque, a diferencia de políticos del régimen y publicistas a sueldo, no tengo nada que vender ni quiero ganar votos mintiendo, maquillando una realidad dramática con falsos brotes verdes, regalando cantos de sirena a una población paralizada por el miedo y sumergida en la incertidumbre.

Tanto los diagnósticos de los economistas críticos como la propia constatación histórica vaticinan que el rumbo tomado por nuestro Gobierno, consistente en la agudización de las medidas ya tomadas por el PSOE de Zapatero, no va a servir para salir de la crisis de una forma beneficiosa para las mayorías sociales. Las políticas de la mal llamada austeridad nos conducen a un subdesarrollo fundamentado en la mano de obra barata, la privatización de los beneficios y la socialización de las pérdidas y los costes. Se trata de una reconfiguración basada en el ajuste del sistema por el eslabón más débil: nosotros.

Somos débiles porque no estamos unidos y no estamos unidos porque somos muchos. Siempre ha costado aunar a los de abajo. El pánico a estar peor conduce al inmovilismo y a tragar con ruedas de molino. Poco a poco nos lo roban todo y cada día somos menos ciudadanos y más súbditos, pero esto no tiene por qué ser siempre así, es posible dar un giro y poner en marcha las alternativas que nos liberen de la servidumbre y el conformismo que tanto nos perjudican. No, no voy a soltar patrañas ni estupideces sobre la “marca España”, ni a decir esa absurdez de que todos los españoles remamos en el mismo barco. Ese es el lenguaje de los de arriba, del poder económico que nos ha traído hasta aquí y que mantiene al poder político a su servicio, aborregando con vacuos discursos falsamente patrióticos. Es el idioma de los que nos roban la democracia y utilizan la crisis para imponer el modelo de sociedad que siempre han deseado . Y yo no escribo para ellos, sino para la gente decente que de verdad crea trabajo y riqueza e intenta sacar este país adelante. Mi compatriota no es el que tiene un DNI español, sino todo al que esta estafa bautizada como crisis golpea a diario, ya sea inmigrante o de Vallecas, se sienta español o nacionalista catalán, sea autónomo, parado, estudiante o asalariado. Somos los de abajo contra los de arriba, el 99% que a diario está siendo desposeído contra el 1% cuyos beneficios suben a costa de la desgracia ajena. Hay que concienciarse.

Debemos entender que aquellos que pasan de Consejos de Ministros a Consejos de Administración de grandes empresas no van a hacer nada por nosotros. Es el pueblo empoderado, el pueblo en la calle el que produce transformaciones. Ellos lo saben y por eso criminalizan las manifestaciones y llevan a cabo leyes represoras. Porque en el fondo nos temen. Nada hay más peligroso para el poder que un pueblo cabreado y organizado, la historia lo demuestra.

Nuestros derechos, esos que estamos viendo continuamente vulnerados, no han sido regalos, sino costosos logros, y nadie tiene el derecho -valga la redundancia- de arrebatárnoslos. Los derechos, como los principios, no son negociables. No podemos seguir impasibles ante el escarnio. Podemos hacer que las cosas cambien, siempre que queramos hacerlas cambiar y nos movamos. Nosotros, los de abajo, somos los que hemos hecho que la sociedad progrese, aun con la constante obstaculización de ellos, los de arriba. Logramos el derecho al voto, la igualdad -al menos, sobre el papel- entre hombres y mujeres, el derecho a un salario digno, a vacaciones pagadas, a una pensión, a Sanidad y Educación públicas, etc. Todos estos derechos arrancados de las garras del poder eran utopías, sueños inalcanzables en mentes de idealistas románticos de otro mundo. Tenemos que volver a ser utópicos.

Con unidad y presión podemos lograr una auditoría de la deuda, mantener los derechos laborales y sociales, perseguir el fraude fiscal de las grandes fortunas y poner la economía al servicio de la sociedad. No deben cundir la desesperanza y el hastío. En este país tenemos antecedentes dignos de admiración. Fueron los de abajo, con menos armas y abandonados por la Comunidad Internacional, los que lograron frenar al fascismo durante tres años mientras que en Europa se imponía mediante las urnas o sin apenas esfuerzo. Y fueron los de abajo los que no persistieron durante la dictadura y continuaron con la lucha por la democracia en la clandestinidad. Hay que romper con el individualismo, sencillamente, porque no sirve. Desde un punto de vista puramente práctico lo más acertado es no ser egoísta y apostar por la organización. Si queremos que la situación cambie debemos tener poder, y el poder se consigue siendo masa. No existen salidas individuales, sino colectivas.

Fuimos fuertes y debemos volver a ser fuertes. Seguimos siendo la sal de la tierra. Nosotros, los de abajo, aún podemos asaltar los cielos. Feliz año nuevo.
 

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