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OPINIÓN - VIERNES, 3 DE ENERO DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

Elogio de la alternancia
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Amigos y conocidos me siguen llamando durante estas fiestas en las que, desde hace un porrón de años, yo suelo enclaustrarme en mi casa, tras caminar muy de mañana. Amén de que las suelo aprovechar para leer en los ratos que dejo de escribir.

Este año, una vez más, cohetes, petardos, bengalas y demás artilugios explosivos me han crispado los nervios y me han hecho despotricar contra quienes han dado en la manía de celebrar todo lo que la Navidad representa para los cristianos.

Sí, ya sé que ayer critiqué el lanzamiento de cohetes: cilindros con pólvora y un palito para joder al prójimo. Pero, cuando lo hice, aún no sabía que había ardido un edificio en Bilbao. Y el lanzamiento de una bengala aparece como principal provocación del fuego que ha dejado sin viviendas a cuarenta familias.

Lo cual significa que la dejadez que vienen haciendo las autoridades de semejante problema es demostración palpable de que nuestros gobernantes viven en otro mundo. A nuestros políticos, en cambio, como me dice uno de los amigos por teléfono, lo que les interesa es durar, permanecer, perpetuarse en el poder. Poder para superar los avatares de la historia y seguir siempre ahí como el dinosaurio de Monterroso al despertar, sucediéndose así mismo.

Yo podría haberle respondido que tenemos la democracia. De bondad intrínseca. A la que todos sus vicios les son perdonados porque es una atenuación del poder, un poder mitigado por contrapesos y límites que alcanza su momento de gloria en la alternancia.

Aunque no quise adentrarme por esa senda, ya que mi interlocutor es acérrimo defensor de nuestro alcalde y en un santiamén, porque es inteligente, hubiera captado mi mensaje. Y no habría dudado en decirme, como tantas otras veces, que la tengo tomada con él. Por lo que aprovecho cualquier circunstancia para zurrarle la badana.

Y, claro, me abstuve, como digo, de decirle que para los malos políticos, o a los que viven pendientes de permanecer en el poder hasta el final de sus días, lo mejor es acudir a las urnas dispuestos a decirles que nones. Que ha llegado la hora de que abandonen su cargo. Que no es bueno para nadie que un señor, por ejemplo, que lleva doce años gobernando la ciudad esté convencido de que debe continuar muchos más sentando en la poltrona. Por más que sus corifeos vayan propalando que después de él, el diluvio. Como si fuera la viva imagen de un redivivo Luis XV.

Y me refrené –repito- porque, días antes de principiar las fiestas navideñas, se me ocurrió exponer lo mismo en un corrillo y hubo un momento en que las miradas de sus componentes parecían estiletes dispuestos a tomarse cumplida venganza por mi osadía. Así las cosas, y antes de que cualquiera me recuerde que no hay otra cosa más aceptable que la democracia, porque las dictaduras son pastores y ovejas, yo debo decir que tampoco se debe exagerar en la proclamación del beneficio y de la pureza de los votos.

Y me explico: si en las dictaduras lucen los déspotas, tampoco es menos cierto que en la democracia a veces ejercen también, cuando la soberanía popular llega a las urnas convencida de que siempre será mejor lo malo conocido… que lo que ustedes ya saben. Todo un tópico.

En rigor: por más que hoy haya decido dejar a nuestro alcalde en paz. En vista de que aún estamos en fiestas. Ya verán ustedes como los hay que piensan todo lo contrario. Ha gente pa’tó.
 

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