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OPINIÓN - DOMINGO, 12 DE ENERO DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

Deprimente situación
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

La primera noticia que he leído esta mañana de sábado -cuando escribo- es que las salas de urgencias de dos emblemáticos hospitales de Madrid están colapsadas. Debido a que hay unidades cerradas por falta de personal. Y ello propicia que los pasillos estén abarrotados de personas enfermas que esperan ser atendidas durante horas interminables. Al no haber camas libres hay pacientes que permanecen hasta cinco días esperando internamiento apropiado.

Los hospitales carecen de material y están escasos de equipamientos. De modo que los enfermos son trasladados en muebles de oficina que hacen de sillas de rueda. La masificación obliga a los sanitarios a que trabajen sin descanso y en condiciones deprimentes. Cunde el desánimo y la tristeza cuando un paciente se les muere en medio del caos generalizado. Los celadores dicen que les aterra que algunas personas no puedan morir dignamente por falta de espacio.

Doy por acabado el relato de cuanto informan que viene aconteciendo en hospitales madrileños, a fin de no amargarles la existencia a ustedes. Pero enfermar en España, según estamos viendo y oyendo, es para echarse a temblar. Lo peor es que un tal Javier Fernández Lasquetty, Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, dice que no pasa nada. Que todo está en orden. Como el Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, que lleva toda su vida papeando de la política, los hay a porrillo. Casi todos ellos, por evitar algo tan mal visto como es el generalizar, carecen de lacha.

Lo que está ocurriendo en España es deprimente. Son cada vez más los españoles de todas las clases y todas las ideologías políticas que se sienten desanimados. La extendida corrupción causa vergüenza y desaliento. Las clases medias y medias bajas están pasando una situación penosa y los que menos tenían viven gracias a los comedores sociales. Hay niños que, al paso que vamos, serán caquécticos muy pronto.

Y qué decir de los millones de parados entre cuarenta y cincuenta años cuyas expectativas de que puedan volver a trabajar son mínimas. En realidad, van haciéndose a la idea de que están destinados a engrosar la lista de los excluidos sociales. Un drama.

No es extraño, pues, que el sistema democrático, tan imperfecto como necesario, por ser el régimen menos malo (Churchill dixit), esté viviendo sus peores momentos. Lo que hace posible que los políticos de los dos partidos más importantes estén bajo sospechas y, por tanto, sin credibilidad.

La mala leche de los ciudadanos está subiendo como la espuma. Ayer vi cómo Felipe González, durante la presentación de un libro en Sevilla, era increpado por un ciudadano que le dijo palabras mayores tanto al expresidente como a Manolo Chaves. Y no dudó en achacarles culpas por la corrupción en Andalucía.

El clamor popular contra la corrupción es cada vez mayor porque la gente tiene más que asumido que el Gobierno obstaculiza las investigaciones. Y pobre del juez que se atreva a ir más allá de lo previsto entre bastidores.

Desgraciadamente, los privilegios siguen existiendo. Y uno sigue creyendo que el hampa no preocupa tanto a los dirigentes de la sociedad, sea cual fuere, como lo pueden hacer los disidentes ideológicos. El horno no está para bollos. Pero eso se arregla, como dice un paniaguado conocido, con mano dura. Con autoritarismo.
 

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