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OPINIÓN - LUNES, 20 DE ENERO DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

Patinazo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Contaba yo en la última miscelánea dominical, es decir, en la de ayer, mi encuentro el viernes pasado con una mujer atractiva, que bebe los vientos por nuestro alcalde, y que, como siempre que nos vemos, no dudó en ponerse seria conmigo, alegando que la tengo tomada con él y que no hay derecho… Y así hasta catalogar a Juan Vivas de sabio oficial, el mejor de todos nosotros, de quien deberíamos aprender lo que no está en los escritos. Y hasta se permitió el lujo de decir que esta ciudad no sería nada sin él.

Debido a la no poca estima en que siempre la he tenido, y la sigo teniendo, dejé que tan rendida admiradora de nuestro alcalde se desahogara y aun tuviera tiempo para tacharnos de ingratos a todos los que no formamos parte de ese coro multitudinario encargado de rendirle pleitesía a quien, según ella, es adalid de una modestia y sencillez sin par.

Más o menos el arquetipo de hombre bueno cuyo pensamiento está ocupado permanentemente en ver de qué manera puede beneficiar a sus convecinos. En suma, que la bondad de nuestro alcalde es reconocida por sus seguidores como una dote de su carácter.

Tras armarme de paciencia, créanme, a mí sólo se me ocurrió preguntarle a tan grande fan de nuestro alcalde, ya puesta en plan tigresa, si estaba convencida de que quienes no participan de tamaño fervor por Vivas son merecedores de que se les tache, de prisa y corriendo, como unos resentidos que, nada más retirárseles el chupete de las dádivas por él repartidas, comenzaron a perseguirlo de manera injusta.

Y la mujer atractiva -ni mencionaré su nombre ni daré pista alguna. Así que ya pueden ir haciendo cábalas al respecto- dio un sí rotundo. Uno de esos síes que no admiten dudas acerca del adoctrinamiento al que una persona puede haber sido sometida. Naturalmente que me abstuve de inquirirle si ella estaba siendo premiada por ir haciendo proselitismo de un alcalde venido a menos en todos los sentidos.

Tras despedirme de ella, de una mujer que suspira ‘vivismo’ o ‘donjuanismo’ por todos los poros de su cuerpo, me puse a meditar sobre JV. Y llegué a la siguiente conclusión: éste ha llegado a creerse, sin sombra de duda, que es realmente como lo ven los demás.

Y los demás llevan mucho tiempo diciendo que es afable, educado, amigo de sus amigos, auténtico, laborioso, caritativo, talentoso, bonachón, trabajador, desinteresado, leal, político de altura, y así podía estar adjudicándole elogios hasta que ustedes dijeran ya esta bien. Mientras él, es decir, nuestro alcalde no dudaría en seguir animándome a que no cesara de dorarle la píldora como hacen diariamente los componentes de un clientelismo atiborrado de agradecimiento y, por tanto, siempre dispuesto a la lisonja, a la abalanza, a la adulación. Incluso dispuesto, si así fuera preciso, a pedir por su beatificación.

Todo ello ayuda a que nuestro alcalde se imagine distinto a como es. Si no fuera así, seguramente no tendría bastante paciencia para soportarse a sí mismo. Lo malo es que cuando más necesitado se halla de dar muestras evidentes de ser lo contrario a lo que es en realidad, va nuestro alcalde y mete la pata una vez más. Yerra de manera absurda al publicar en el Boletín Oficial de la Ciudad los nombres de unos funcionarios que han sido capaces de enmendarle la plana. Tratando de proscribirlos. Y el edificio de sus mentiras se le viene abajo en un santiamén.
 

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