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OPINIÓN - VIERNES, 31 DE ENERO DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

Prima la insolidaridad
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Mi estimado Jesús Cordero, cuando decidía opinar acerca del ejercicio de leer, en la tertulia adecuada, allá en los ochenta, solía decir que los clásicos son unos coñazos a los que si no se les ha leído a edad temprana resulta imposible hacerlo de mayor, a no ser que se estuviera guardando cama por prescripción facultativa.

Y yo solía responderle que habiendo leído El Quijote, cuando estudiaba mis primeros años de bachillerato, quizá influenciado por una maestra que nos hacía escribir al dictado del texto cervantino, no dudé en releerlo hasta tres veces más con cierta edad. Y mi estimado JC, que las cazaba al vuelo, siempre me respondía lo mismo: “Bueno, qué se puede esperar de alguien que ha sido capaz de leerse a los maestros rusos, siendo ya talludito”.

Pues bien, en 1962 viví yo en un pueblo de La Mancha, donde me trataron de maravilla y en el que me aficioné a comer el queso de la tierra y a beber un tinto que estaba dando sus primeros pasos para perder la condición de morapio tabernero. Y a veces, durante mis desplazamientos por la estepa manchega, no podía menos que acordarme de cómo empieza el capítulo primero de El Ingenioso Hidalgo D. Quijote de La Mancha: “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme…”.

Fue entonces, cuando pude tratar a muchos y buenos manchegos, y luego tuve la suerte de frecuentar a otros siendo yo entrenador de fútbol. Y debo decir que el haber nacido en tierra nada agradecida, los hacía diferentes a la hora de darles valor a las cosas. Apreciaban muchísimo lo que tenían y, por supuesto, no estaban dotados para hacer alardes de ningún tipo. Me he referido a los manchegos, con todo el afecto que les sigo profesando a mis amigos de esa región, como tan bien podría decir lo mismo de otros que nacieron en lugares donde la tierra también se distinguió siempre por su tacañería con sus cultivadores.

Siendo así, por qué nos cuesta tanto trabajo reconocer que los españoles somos individualistas. Ya Weber escribía: “Un individuo hace por su cuenta parte de su vida; la más de ella está a cargo de sus circunstancias. Asimismo Ortega y Gasset se refirió al hombre y sus circunstancias. Y expone que todo ciudadano, aisladamente considerado, experimenta el influjo de dos fundamentales circunstancias que contribuyen a delimitar su posible destino: el hogar en que nació y el desenvolvimiento económico del mismo.

El hogar de una nación, leo en ‘Cartas a los celtiberos esposados’, es su territorio. La miseria, la mediocridad o riqueza de un país y, por tanto, la forma inicial de ser y reaccionar de cuantos lo habitan, estarán en relación directa con las características orográficas y climáticas del suelo en cuestión. Sobre este asunto, creo que algo dijo Hipócrates.

Más claro lo expresó Antonio Gala en una de sus troneras: “El pueblo español es tremendamente insolidario y es muy difícil convencer al que tiene un poco de dinero o un poco de agua que le dé un poco al que tiene menos dinero o menos agua. No es que no se sientan españoles, es que son insolidarios. Insolidarias unas regiones con otras, unas ciudades con otras, un pueblo con otro, una calle con la de enfrente, un vecino con el de al lado…

Nuestro alcalde, tengo entendido que debatirá en la Convención que celebra su partido, en Valladolid, sobre la pluralidad de España. Espero y deseo que no le dé, como viene haciendo a cada paso, por irse por los cerros de… la poesía. Y haga el discurso adecuado para que nadie ose bostezar o dar el cabezazo siempre deslucido.
 

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