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OPINIÓN - LUNES, 17 DE FEBRERO DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

Debí preguntarle a Basilio Fernández
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El sábado pasado, estando yo conversando con un amigo, Basilio Fernández se acercó donde nosotros. Y, tras los saludos de rigor, me olvidé de recabar su opinión sobre la tragedia de los inmigrantes que han perdido la vida cuando nadaban nuestras aguas para llegar a tierra firme. Lo que lamento de veras.

Porque considero que el parecer que hubiera emitido BF, acerca del drama que se está viviendo, hubiese tenido su importancia. Pues no en vano era alcalde cuando se produjo la revuelta de cientos de inmigrantes en la primera quincena de octubre de 1995. Alcalde era BF de una ciudad desprovista entonces de toda clase de medios para cubrir las necesidades de cientos de personas que fueron invadiendo la ciudad ante la sorpresa generalizada.

Los ceutíes fueron descubriendo que los bajos de las Murallas Reales del Ángulo se habían convertido en refugio de innumerables inmigrantes, indocumentados a propósito, que esperaban sus visados correspondientes para arribar a la península y trasladarse desde allí al lugar europeo de sus preferencias.

Hartos ya de esperar los papeles que les facilitaran la posibilidad de llegar a la otra orilla del Estrecho, los inmigrantes principiaron a dar muestras evidentes de estar fomentando una revuelta para presionar al ministro del Interior. Y dado que de ello comenzamos a saber algo quienes escribíamos en periódicos, yo decidí un día adentrarme en las entrañas de un lugar que bien podría haber servido para rodar las mejores escenas sobre el peor de los infiernos.

Me introduje en los bajos del Ángulo acompañado por tres inmigrantes que solían llevar la voz cantante y que me condujeron por pasillos inmundos; dédalos terribles, donde las aguas fecales se deslizaban por las paredes rocosas para quedar estancadas en el suelo. Suelos convertidos en muladares, y en los que la náusea producida por los olores hacía perder el equilibrio.

Cuando salí de aquel antro, lo primero que pensé es que había estado en un lazareto de apestados: todos apiñados como bestias, en una gruta diabólica. Y, lógicamente, escribí al respecto y hasta les conté a las autoridades que aquella situación era la más apropiada para que los allí congregados decidieran armar la de Dios es Cristo. En cualquier momento.

Las autoridades, además de no hacerme el menor caso, la tomaron conmigo y llegaron a tacharme de tener una mente calenturienta y alarmista. Eso sí, la revuelta anunciada se produjo muy pronto. Lo cual era algo que se veía venir a la legua. Y acabó en una batalla campal entre ceutíes e inmigrantes, mientras que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad se veían impotentes para imponer la calma.

El alcalde, BF, en un pleno extraordinario, lo primero que hizo es pedir la dimisión de la Delegada del Gobierno y reclamar a voz en cuello al Gobierno de la nación que quería la salida de los inmigrantes en tres días. Y, claro, los políticos de distintos bandos aprovecharon el terrible suceso para ajustarse las cuentas pendientes.

El pasado octubre se han cumplido diecinueve años de aquel hecho belicoso y que pudo terminar en tragedia. Que la hubo. Aunque nada que ver con la que ha ocurrido a principios del mes que aún corre. Y ya los hay obsesionados con que dimita el Delegado del Gobierno. Y uno, que sabe lo que sabe, observa detenidamente cómo se está frotando las manos alguien que desea ocupar el cargo que pudiera dejar vacante Francisco Antonio González.
 

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