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OPINIÓN - JUEVES, 20 DE FEBRERO DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

Ser delegado del Gobierno no es fácil
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Ceuta es una ciudad pequeña con problemas de urbe grande. No en vano es frontera con Marruecos. Es decir, con el Norte de África. Aquí suceden los mismos sucesos que en otros sitios peninsulares. Pero en los sitios pequeños, y éste lo es, todo cuanto acontece de malo se magnífica, se hiperboliza y bien pronto cunde el miedo, se disparan las aversiones y el delegado del Gobierno se convierte en el centro de atención de todas las miradas.

No hace falta ser muy despierto de mollera para darse cuenta de las muchas dificultades que hallará en su camino el representante del Gobierno en la Ciudad Autónoma. Quien mejor las expresó fue Fernando Marín López, subdelegado del Gobierno, en una entrevista que le concedió a Francisco Amores “Curro”, publicada en 1982.

Cierto es que Marín López se refirió solamente, eran otros tiempos, a la imposibilidad de aplicar la ley a rajatabla en Ceuta. Tampoco es que se viva al margen de ella, aclaró bien pronto la autoridad, pero verdad es que hay seguir tolerando lo que se hizo siempre. Si se combate la costumbre…, surgen los roces.

A Marín López lo traté yo bien poco. Casi nada. Me lo presentaron un día cuando ya estaba a punto de arribar a Ceuta el primer delegado del Gobierno de la democracia: Manolo Peláez. Con quien sí mantuve muy buenas relaciones hasta que Francisco Fraiz decidió enturbiarlas.

Los delegados del Gobierno nunca han sido bien acogidos en esta ciudad. Se les suele llamar virreyes, de manera despectiva, y ni siquiera se les otorga esos cien días de voto de confianza antes de enjuiciar sus actuaciones. Labor en la cual ha destacado siempre un tal Aróstegui. Y a fe que lo ha hecho con suma contundencia.

Debido a los ataques furibundos que reciben los delegados del Gobierno, de uno y otro bando y en bastantes ocasiones sin venir a cuento, muchas veces he salido en defensa de ellos. Aunque jamás los he frecuentado en su residencia ni mucho menos me he aprovechado de prebendas a las que no pocos han accedido.

Mi defensa de los delegados del Gobierno, por hallarse en condiciones de serlo, me ha supuesto siempre la animadversión de los políticos contrarios al delegado correspondiente. Por lo que he logrado ganarme la tirria de los diputados socialistas o populares por censurarles el discurso prefabricado que traían de Madrid contra la autoridad residente en la plaza de los Reyes.

Tal vez por dicho motivo mis relaciones con Pacoantonio nunca fueron las mejores. Y es que yo me he negado siempre a aceptar que “la moral se esgrime cuando se está en la oposición; la política cuando se está en el poder”.

Francisco Antonio González lleva ejerciendo la política activa casi desde que vestía pantalones cortos. Y, por tanto, sería absurdo negarle que esté curtido, avezado y fogueado en las tareas que tiene asignadas. Amén de que fueron innumerables las veces que él, cada fin de semana, siendo diputado, aleccionaba al delegado de turno acerca de cómo habían de hacerse las cosas.

El delegado del Gobierno está pasando uno de los peores momentos de su vida política y personal, claro que sí. Pero está tan acostumbrado a crecerse ante las dificultades -¿verdad, Paco?-, que estoy convencido de que sabrá afrontarlas con el tino y el buen hacer que le exigen las circunstancias dramáticas de lo ocurrido con los inmigrantes.

Ser delegado del Gobierno no es fácil. Nunca lo fue…
 

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