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OPINIÓN - LUNES, 10 DE MARZO DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

El funcionario
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

No pocas veces he recordado yo lo bien que hablaban de Juan Vivas, en sus primeros pasos como funcionario municipal, los políticos de los ochenta. Todos ellos, de cualquier signo político, clase o condición, se deshacían en elogios hacia un muchacho, nacido en Ceuta, que había hecho la carrera de Ciencias Económicas.

Todos los políticos de aquella época, segundo año de la década de los ochenta, calificaban a JV de afable, educado, culto y, por encima de todo, lo destacaban como alguien que trabajaba a destajo y que era tan servicial que a veces daba la impresión de ser el chiquillo de los mandados de cualquier casino de la ciudad. Era el ejemplo que más se oía entonces.

Hablar del funcionario Vivas, en 1982, suponía tema de conversación tan principal como para que se dejara a un lado todo lo concerniente al Mundial de Fútbol celebrado en España, la decadencia de la UCD, el auge del socialismo, la concesión del Premio Nobel a Gabriel García Márquez, o no decir ni mu de la figura de Lady Di paseando por un parque, durante su embarazo, seguida por dos aristocráticos perros, vestida de colegiala, como si fuera un calco de Soledad Becerril.

Cuando llegaba Ricardo Muñoz -alcalde de la ciudad- al famoso ‘Rincón’ del Hotel La Muralla, pedía suma atención para poder ponerse ditirámbico con el funcionario de carrera: Vivas. De quien decía que se le encargaban informes municipales sobre cualquier cuestión y los hacía poco menos que como un tratado de Estado. Y a partir de ahí, mi siempre recordado RM entonaba una ristra de elogios entusiastas y exagerados. Ante el silencio de los contertulios que terminaban exhaustos de tantas alabanzas. Aunque todos ansiaban que el brillante funcionario se dignara a rendirles visita algún día.

El brillante funcionario, empleado en principio en una empresa privada, cuyo propietario conocí y traté durante varios años, nunca se dejó ver por la tertulia del hotel. Quizá porque bien pronto adoptó esa manera de ser de Greta Garbo: cuanto menos me vean mis admiradores mejor. Más interés suscitaré… Y es que la fama no crean ustedes que se logra como si tal cosa.

La fama del funcionario Vivas, en aquel tiempo donde se veía venir lo que se llamó el cambio, que no era sino la anunciada victoria de Felipe González, se cimentó por medio de hombres que no se cansaban de ir propalando que Ceuta contaba con un funcionario que sabía de todo y todo lo hacía bien. Y además se ufanaban de haberlo conocido y de poder glorificarlo en vida. Ellos eran, es decir, los pregoneros de tan buena nueva, Manolo de Castro, Domingo Ramos, Rafael Sánchez de Nogués y José Luis Morales. Y a fe que la propaganda que hacían de Vivas era porque estaban convencidos de que el joven funcionario gozaba de capacidad suficiente para obtener grandes logros a su vera. Así cobró vida una asesoría que acabó como acabó… Los citados nunca dijeron ni pío al respecto. Aunque yo tuve la suerte de oírlos en privado.

Como acabó aquella asesoría y quienes le ayudaron a medrar, terminará también su carrera política. La carrera política de un hombre que no cesa de discursear. Convencido de que arrastra a la multitud. Sin percatarse de que su voz no se agarra a la garganta y que no deja de ser un orador de poca monta. Amén de que nunca estuvo dotado de intuición política. Lo viene demostrando a cada paso. Ahora, además, parece ser que tiene la chaveta averiada.
 

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