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OPINIÓN - LUNES, 10 DE MARZO DE 2014

 
OPINIÓN / COLABORACION

El Príncipe de Ceuta

Por Rafael de Loma*


Pasa por ser la barriada más pobre y peligrosa de España. No sé si la más violenta, y ahora la tele la ha puesto de moda y se lleva cada martes el tirón de más de cinco millones de espectadores que siguen entusiasmados un guión inventado e imaginativo, escrito a caballo de tramas amorosas, islamistas, traficantes y criminales en las que, por igual, se desatan pasiones arrebatadoras entre moras y cristianos, asesinatos selectivos, atentados terroristas, tráfico de drogas, que producen una vida agitada policial, en la que se mezclan lo peor y lo mejor del ser humano, y todo en medio de un colorido espectáculo que tiene lugar a apenas unos kilómetros de una ciudad moderna y pacífica como Ceuta, que, no obstante, pasa estos días por el drama de la inmigración subsahariana. (Pero esa es una guerra aparte que le ha tocado sufrir injustamente a los habitantes ceutíes, ciudadanos acostumbrados a la convivencia en paz y gracia de Dios, y durante siglos, entre razas y religiones, algo históricamente demostrable.)

Durante el tiempo del franquismo la Barriada del Príncipe era un abandonado anexo urbano de Ceuta, con vida propia, mísera y pobre y un laberinto de callejuelas estrechas y lúgubres que propiciaban el pequeño delito y que obligaba a los ciudadanos ceutíes a ir acompañados de policías cada vez que tenían que desplazarse la barriada.

Cuando pensábamos que la llegada de la democracia mejoraría la situación social y económica del Príncipe, ocurrió lo contrario. Una política errónea del Gobierno de Madrid, pretendiendo favorecer a la ciudad de Ceuta, perjudicó totalmente a la población de la barriada. Mantuvo una política casi de apartheid, dejó que aumentara la delincuencia callejera y abonó el terreno para la proliferación del narcotráfico. De este modo, en lugar de unir con intereses y con infraestructuras comunes la barriada con la ciudad, lo que se hizo fue reforzar el aislamiento de El Príncipe. Y esa es hoy la realidad que unos cineastas están mostrándonos en la exitosa serie de televisión, si bien debemos precisar que se cometen algunas exageraciones y se confunde la belleza de la ciudad de Ceuta con su lejana y abandonada barriada.

Sólo un día al año, cada primer viernes del mes de marzo, se congrega una multitud, en la pequeña iglesia del Príncipe, en la que participan incluso familias mahometanas que se suman a la tradición anual del besapié del Cristo de Medinaceli, aunque no lleguen a entender el significado real de la conmemoración religiosa cristiana que tiene la convocatoria. La imagen del famoso Cristo (siglo XVII), de autor desconocido, se venera en la Basílica de Nuestro Padre Jesús de Medinaceli en Madrid. Pero tiene otros lugares, con réplicas perfectas del original, en los que también el pueblo acude con fervor al acto religioso, como por ejemplo la Iglesia de San José de Santa Cruz de Tenerife. Uno de esos centros de peregrinación es la modesta iglesia del Príncipe, en Ceuta. Se solía decir que todos los ceutíes acudían al besapié cada año, con sol, con agua o con frío, tal era la devoción hacia la imagen. Los cristianos ceutíes más ortodoxos mantienen que la imagen del Cristo de Medinaceli del Príncipe es la auténtica protagonista de la azarosa historia de la Imagen, que, durante varios siglos, fue sometida en las guerras con los infieles a todo tipo de atrocidades y vejaciones. Para estos ceutíes, el hecho de mantener a Madrid como sede religiosa oficial del Cristo se debía a que la esposa de Franco, Carmen Polo, acudía regularmente al besapié anual madrileño y nunca se dignó considerar la posibilidad de que la autenticidad de la imagen residiera en Ceuta. Sin embargo, una vez desaparecida la familia del dictador, la tradición del Medinaceli en Madrid se mantuvo con normalidad, incluso creciendo en asistencia cada mes de marzo. Y, por otra parte, la devoción de los católicos ceutíes también se ha mantenido más allá de cuestiones políticas.

Dos motivaciones „al margen del motivo de actualidad que aporta la tele„ me han llevado a dedicar este artículo a la barriada ceutí del Príncipe. Una es el hecho de que forma parte de la querida tierra en que nací. Y dos, que una de las calles del Príncipe lleva el nombre de mi padre: José de Loma Esteve, a quien ya podéis imaginar con cuánto cariño recuerdo.

*Periodista y escritor
 

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