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sociedad - LUNES, 17 DE MARZO DE 2014


Luis Fernando Contreras. v.s.c.

reportaje
 

La magia inmortal de la radio

Luis Fernando Contreras ha devuelto el esplendor a muchos transistores, algunos con más de un siglo
 

CEUTA
Virginia Saura

ceuta
@elpueblodeceuta.com

La magia de la radio no sólo esta en escucharla. Las antiguas radios, aquellas que a principios del siglo XX llevaban la música y las noticias a las casas de los pocos que podían permitirse comprar un transistor, desprenden un halo de glamour que pocos objetos tienen hoy en día. Sin embargo, no es fácil encontrarlas y las pocas que han sobrevivido no funcionan más que como decoración. Pero, gracias a algunos enamorados de estas radios como Luis Fernando Contreras, es posible retroceder cien años y escuchar lo que se transmite a través de las ondas como lo hicieron hace un siglo. Este ceutí arregla todo tipo de radios antiguas en su tiempo libre. El gusanillo de este particular hobby le picó cuando cayó en sus manos una pequeña radio, modelo Malcani. La última, que también ha sido la más rara y la más antigua, ha sido una RCA Americana. Esta reliquia la encontró en un rastro de Tetuán, Luis cuenta que estaba destrozada y que se pudo hacer con ella por cinco o seis euros. El tiempo que le ha dedicado para devolverle el esplendor ha sido nueve meses, pero el trabajo ha merecido la pena y así se percibe nada más ver esta radio. La lleva con el con mucho mimo, para que no se rompa. Restaurarla le ha costado en torno a setenta euros, pero lo más difícil ha sido encontrar las piezas de repuesto. A través de internet o comprando otras radios, se consiguen las piezas, pero es un sector muy cerrado y especializado. Son pocos los que se dedican a arreglar radios antiguas y en eso también radica parte de la magia que tiene esta labor, que tiene muchos trucos. Luis cuenta algunos como cuando se ha encontrado radios cuya madera estaba apolillada y que ha tenido que meter al congelador para matar la polilla y poder salvarla. Luego, escuchar música y noticias a través de sus altavoces, y volver a principios de siglo XX, es un placer que no tiene precio.
 

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