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OPINIÓN - LUNES, 17 DE MARZO DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

Contado de memoria
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Mi memoria me permite todavía acordarme de ciertas conversaciones mantenidas con personajes públicos y que vieron la luz mediante entrevistas a las que yo les dediqué muchos años. Por cierto, se equivocan quienes dicen de la entrevista que forma parte de un género menor. Puesto que no hay géneros mayores o menores sino bien o mal escritos.

Ya ha llovido desde la última interviú que me concedió nuestro alcalde. Lo cual no impide que sus respuestas a mis preguntas, pese a los años transcurridos, sigan alojadas en ese anaquel de la alacena de mi memoria donde se suelen cobijar hechos y datos con absoluta nitidez y prestos siempre a hacerse notar.

Nuestro alcalde también presume de ser memorioso. Así que lo primero que me dijo nada más poner la grabadora a punto, aquel día, fue que nunca olvida lo que se dice de él. Y no dudó en manifestar lo mal que le había sentado el que yo lo hubiera tildado de monocorde.

El reproche me lo hizo como quien no quiere la cosa: es decir, con displicencia. Desde entonces supe que yo habían entrado a formar parte de su lista negra. Conque decidí pasar al ataque y le conté lo que se decía en los mentideros políticos: que se había afiliado al Partido Popular para medrar.

Tardó nada y menos en responderme que él se afilió al PP cuando el GIL estaba a punto de imponerse en la ciudad. Y ya se sabía que los ceutíes lo iban a votar casi mayoritariamente. Por más que el PP tuviera mucho poder y José María Aznar estuviera ya residiendo en La Moncloa. No dudó en reconocerme que la llegada del GIL sirvió para que el Gobierno presidido por Aznar se percatara de que Ceuta estaba abandonada de la mano de Dios. Que la victoria de los ‘gilistas’ fue toda una llamada de atención a un Gobierno que se había desentendido de las necesidades de una ciudad carente de todo lo habido y por haber.

Me reconoció que Pedro Gordillo y él llevaron lo del voto de censura de manera eficaz. No faltó el elogio hacia el amigo y presidente del partido: “Puso el interés general por encima del suyo”. De Jesús Fortes dio una de cal y otra de arena: le estoy muy agradecido por cómo se ha portado siempre conmigo pero debíamos tener en cuenta que se había gastado demasiado como político. En cambio, yo estaba limpio como una patena. Por lo que los disidentes del GIL decidieron que era la persona idónea para convertirme en presidente de la Ciudad. De entre un grupo de nueve aspirantes en el que yo figuraba en quinta posición. Ellos alegaban, además, que yo era un gran gestor. Y destacaban mis muchos años de experiencia como funcionario capaz y muy preparado.

Me negó que él hubiera buscado refugio en la Delegación de Gobierno, bajo la protección de Luis Vicente Moro; a fin de evitarse las humillaciones a las que podía haberle sometido Antonio Sampietro. Quien no se había privado de anunciarlas entre los suyos. Sino que, simple y llanamente, estuvo con Moro para aprender todo lo relacionado con una Administración que desconocía. En lo tocante a su tan celebrado buen talante, me lo describió así: “A mí, cuando me explican un tema y no lo entiendo, pido que me lo vuelvan a contar; si sigo en blanco, insisto en que me lo aclaren otra vez, y si a la tercera sigo sin comprender nada, ya sé que quien me está hablando no vale nada”. Palabras de un gran gestor (!) que lleva 15 años demostrándolo con creces.
 

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