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OPINIÓN - VIERNES, 21 DE MARZO DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

Actuaron dignamente
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El invierno no ha sido excepcionalmente frío, especialmente para los españolitos que tienen medios para calentarse. Pero qué habrá sido de los otros: de todos los que están viviendo igual o peor que Deborah; esa mujer que acudió al pleno acompañada por su madre para implorar que no le corten el servicio del agua.

De los otros, todos los españolitos sin medios, que son millones, tengo la certeza de que, sin haber sido la estación invernal más fría que hayamos conocido, habrán sufrido dolorosos sabañones en las manos, los pies o las orejas. El mejor ejemplo de que millones de personas están viviendo en sus propias carnes como si fueran los años de nuestra posguerra: los años del miedo. Menos mal que hoy ya es primavera.

La sangre altera. Dice el refrán de la primavera. Pero a Deborah le lleva hirviendo la sangre desde hace ya mucho tiempo. Madre joven, muy joven, necesita sacar adelante a sus dos hijas con 360 euros. Tienen por hogar una casa que está en ruinas. Una casa donde las paredes se caen a pedazos y que, por mucho que ella quiera, no deja de ser un cuchitril inhabitable. Aun así, sólo desea contar con agua y luz.

Deborah se sintió feliz, inmensamente feliz, cuando un día de febrero, de triste historia para esta ciudad, Susana Román ordenó que le instalaran el agua. Vibró de alegría. ¡Qué madre no disfruta lavando a sus hijos! Y hasta pensó que tenía que ir un día a darle las gracias a la consejera de Fomento. Y es que no hay personas más agradecidas que las que ven como alguien hace algo por sus críos.

Y cuando estaba a punto de salir de su casa hacia el despacho de la consejera, con el fin de expresarle su agradecimiento, se le ocurrió abrir el grifo y se halló con que éste estaba tan seco como la mojama. Y, claro, Deborah es pobre pero no tonta. Y en un amén cayó en la cuenta de que si habían atendido su petición era porque había un ministro visitando la ciudad y no querían que nadie alterara el orden.

En aquel momento, empezó a bullirle la sangre a Deborah. Exaltada al máximo, le dijo a su madre que estaba dispuesta a reaccionar como merecía el hecho: una jugarreta en todos los sentidos. Pero su madre, con el sosiego que dan los años, además de calmarla, le dijo que no quedaba otra solución que acudir al pleno y decirle a Vivas que hiciera el favor de dar la cara y no eludir sus responsabilidades saliendo por el garaje.

Lo de salir por el garaje sonó a cuerno quemado en la sala. Inspiró tal recelo que pronto acudieron empleados del ayuntamiento a procurar que madre e hija cerraran la boca. Puesto que, hasta ese momento, nadie había osado decirle a nuestro alcalde en su cara, y durante una sesión plenaria, lo que es de sobra conocido: que nuestro alcalde parece más que autoridad fugitivo de sus errores.

Deborah y su madre, todo hay que decirlo, no le perdieron nunca el respeto a nuestro alcalde. Se limitaron a exponerle sus problemas… Que no son pocos. Pese a que hubo un momento en el cual le recordaron a Vivas que sus hijos lo tienen todo y volvieron a echarle en cara que vaya a escondidas desde el Ayuntamiento a su casa.

A nuestro alcalde sólo se le ocurrió recordarles a las mujeres que estaban incumpliendo el reglamento del pleno. A Deborah y su madre, según mi opinión, se les olvidó decir, como quien no quiere la cosa, que hay corrupción porque la gente tiene la razonable seguridad de que no será perseguida. Ambas actuaron dignamente.
 

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